"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Es al terminar cuando uno empieza a darse cuenta de que acaba de ver una película muy notable, de ésas que dejan huella y marcan. Quizá sea por eso por lo que, a pesar de sus diferencias, Lake Tahoe me ha hecho recordar las sensaciones de hace casi un cuarto de siglo, tras haber asistido a la proyección de Stranger than Paradise, de Jim Jarmusch.
Aquí también hay un coche, un coche accidentado, y un protagonista que busca un mecánico y quiere huir de algo en un mundo hasta cierto punto absurdo y al mismo tiempo con un atractivo especial, un mundo de pocas palabras, de gestos que en el fondo tienen su importancia, de connotaciones. No hay nada demasiado explícito en esta película de Fernando Eimbcke, y eso le aporta gran parte de su especial encanto. Parece que el director está susurrando algo al oído del espectador a través de unos personajes extraños, nada arquetípicos, todos ellos con un punto de indolencia, con unos gramos de locura, algo, por otra parte, nada extraño en el ambiente en que se mueven.
Siguiendo a Juan en su intento de arreglar el coche, el espectador empieza a entender algo de lo que le ha pasado, su deseo de dejar atrás la muerte de un ser querido, y en esa huida va construyendo una serie de relaciones con otras personas, que se van sumando a su mundo. En la sugerente y extraña atmósfera que va creando el director hay también lugar para un humor algo surrealista. Todos los personajes que aparecen en Lake Tahoe, el mecánico, la dependienta de la tienda de recambios, el chaval obsesionado con Bruce Lee, el hermano pequeño del protagonista, tienen a la vez algo de tristes y un punto de comicidad, y quizá sea eso mismo lo que los hace tan reales.
Lake Tahoe es una auténtica joya, por la historia que cuenta o, mejor dicho, deja entrever, por sus personajes y las situaciones que viven, pero sería una injusticia dejar sin destacar el acierto de la localización de exteriores. Los lugares en los que se mueven estos personajes tienen algo especial y los vemos como en sueños, como lugares que no llegaran a ser del todo reales, como ese lago Tahoe que el protagonista lleva pegado en un cristal del coche, como todos esos lugares que sabemos que existen en alguna parte pero sólo se nos aparecen en sueños.
M.B.