Desde que recibió el Oso de Oro a la mejor película en la Berlinale del año pasado por su segundo largometraje, La teta asustada, Claudia Llosa (Lima, 1976) no ha parado. Ha llegado a San Sebastián con sed de películas. Se siente agradecida con el certamen “por tomar en cuenta mi forma de ver el cine” y honrada de poder compartir esta experiencia con el resto de sus compañeros.“ Me interesa descubrir su mirada y sus sensaciones”.
Dice que el papel con el que más disfruta es el de espectadora: “Me gusta dejarme llevar y ser muy honesta con el encuentro de cada film”. Mujer de primeras impresiones, Llosa asegura que “es ahí donde me enamoro de una historia. Después racionalizo por qué. Nunca hay una segunda oportunidad para las primeras impresiones”.
Entorno intelectual
Hija de artista plástica, y sobrina del escritor Mario Vargas Llosa y del cineasta Luis Llosa, la joven realizadora peruana creció en un entorno intelectual que facilitó su inclinación artística.“En vez de ir al centro comercial, nosotras íbamos al museo y jugábamos en los patios de las galerías. En mi casa se hablaba sobre el sicoanálisis desde que yo era muy joven e influyó en mi proceso creativo”.
La vocación cinematográfica le llegó de manera intuitiva, “no ligado a lo profesional, sino a los gustos y a las necesidades. Soy una persona muy visual, me entrego muy rápidamente a la imagen con mucha concentración, cosa que no me ocurre con la literatura”.
Lo intentó con la poesía, pero su dislexia se lo dificultó.“Gracias a la suerte y las coincidencias, acabé por inclinarme hacia el cine. Engloba mejor lo que me interesa, el lado del análisis, de la comprensión de las acciones, de los sentimientos”. Confiesa que quiso ser sicoanalista y por eso disfruta de la fase de exploración de personajes en el proceso de escritura de guión y de dirección de actores.“Es un medio que une lo visual con las letras, aunque por sí solas no sirvan”.
Abriendo camino
Sus hazañas y logros en el circuito internacional de festivales están consiguiendo que en su propio país se conciba el cine como un medio posible. “Lo que más agradezco es el tipo de comentario de que ‘gracias a lo que estás haciendo ahorita en el cine peruano, mi padre me está dejando estudiar cine’. Me llena de emoción. Yo nunca tuve que sufrir estas barreras. Fue un camino muy asfaltado, gracias a mi entorno”.
Tras estudiar cinco años de cine en Lima, completó sus estudios en Madrid. “Salir de tu propio país es buenísimo”, opina la realizadora, “aunque no me gusta relacionar ese hecho con la búsqueda de oportunidades, sino con la madurez y la toma de distancia para abrirte a otras culturas y aprender”.
Reivindica la riqueza cultural de las coproducciones y la importancia de mantener la identidad de cada uno en las mismas. “La película debería de ser como un prisma, que la veas de una diferente manera con cada giro. Si no tiene capacidad de prisma, pierde el valor”. Subraya la importancia de mantener el equilibrio entre la identidad y las colaboraciones internacionales: “Sin pasaportes, pero que sea un cine de lo particular también”.
En la actualidad vive en Barcelona y está escribiendo su próximo proyecto. “Después de un año y medio bastante ajetreado, por fin he encontrado esa rutina tan necesaria para la escritura”, explica. Se trata de un proyecto muy diferente con el que pretende romper con el esquema que ha seguido con los anteriores: “Siento que Madeinusa y La teta asustada son hermanas, muy pegadas la una con la otra, casi como un díptico. Las dos historias son peruanas en todos los sentidos, no podrían haber sido rodadas en ningún otro país. Ahora siento una necesidad muy personal de tomar distancia y tocar otros temas”.
El reto lo encuentra en mantener su propia voz y mirada de la realidad. “Para mí es indispensable sentir ese miedo que resulta enriquecedor y productivo”.
Ane RODRÍGUEZ