El año pasado, el cineasta ucraniano Oleg Sentsov, detenido en Rusia el 10 de mayo de 2014 por haber apoyado las protestas del Euromaidán de Kiev, fue nombrado jurado honorífico de la 62 edición del Festival de San Sebastián, como apoyo de la campaña iniciada por la Academia de Cine Europeo para pedir su liberación. Hace unas pocas semanas nos llegaba la terrible noticia de que Sentsov ha sido condenado a 20 años de cárcel. Un triste suceso que, como siempre pasa cuando caemos en el desánimo, nos hace plantearnos si gestos como este tienen alguna utilidad al confrontarlos con la dura realidad. La respuesta, afortunadamente, llega enseguida: pese a la sordera e intransigencia que sigue afectando al mundo en que vivimos, ¿no debería un festival de cine ser caja de resonancia de todos esos males que nos rodean? Y también la de convertirse en un privilegiado punto de encuentro entre profesionales de todo el mundo, entre las películas y su público, entre el mundo de ahí fuera y nuestra pequeña realidad cotidiana.
La 63 edición del Festival de San Sebastián parte de esa premisa, de la idea de que, sin embargo y pese a todo, algo se mueve, de que algo puede cambiar cada vez que se organiza un evento como este. Un año más, en la Sección Oficial se dan cita importantes cineastas de todo el mundo que ofrecen su particular visión sobre el hombre y la sociedad a través de las más variadas perspectivas, desde el drama social al cine político, desde la comedia al cine de animación: Terence Davies, Lucile Hadžihalilović, Liu Hao, Mamoru Hosoda, Joachim Lafosse, Jean-Marie y Arnaud Larrieu, Philippe Lesage, Rufus Norris, Rúnar Rúnarsson, Peter Sollett, Levan Tutberidze o Ben Wheatley. También los talentos que descuellan en la sección Nuev@s Director@s llegan desde diferentes puntos de Europa, América y Asia para lanzar una mirada fresca y desprejuiciada sobre la familia, los dolorosos ritos de paso de la adolescencia o el desolador panorama de futuro que atenaza a la juventud actual. Una tendencia a la que también apuntan los participantes del Encuentro Internacional de Estudiantes de Cine, un grupo de jóvenes que con sus primeros trabajos deja claro que la voluntad de contar historias con una cámara sigue manteniéndose de generación en generación.
El programa de Zabaltegi también reúne una deslumbrante selección de trabajos de cineastas tan heterodoxos como Laurie Anderson, Jem Cohen, Anca Damian, Andrés Di Tella, Eric Khoo, Jean-Gabriel Périot, Corneliu Porumboiu, Walter Salles o Alexander Sokurov, entre otros. Incluso la retrospectiva temática de este año, dedicada al nuevo cine independiente japonés producido en los últimos quince años, nos permite realizar un fascinante recorrido por la sociedad y la cultura japonesa, reafirmando esa capacidad del cine para acercarnos a otros mundos y permitirnos su mejor comprensión.
2015 ha sido también un año notable para la producción del cine español y esta edición del Festival se hace buen eco de ello. Este año se presentan en diferentes secciones las nuevas y esperadas películas de Asier Altuna, Alejandro Amenábar, Fernando Colomo, Álex de la Iglesia, Cesc Gay, Paula Ortiz, Marc Recha, Imanol Uribe, Pere Joan Ventura o Agustí Villaronga. La producción vasca también encuentra una mayor visibilidad en la sección Zinemira, que incluye los estrenos mundiales de películas de Gorka Bilbao Ramos, Pablo Iraburu Allegue y Migueltxo Molina Ayestarán, Lara Izagirre y Josu Martínez.
Mientras tanto, cada vez se afianzan más los lazos entre el cine español y el latinoamericano, tanto a través de la coproducción como mediante la creación de un mercado y una audiencia común a las dos orillas. El Festival no puede obviar su función para apoyar este proceso, ya sea desde la inclusión en la competición Oficial de talentos latinoamericanos como Pablo Agüero o Federico Veiroj, o a través de la sección Horizontes Latinos, que en esta edición se convierte en un impresionante repertorio del mejor cine latinoamericano producido este año. Pero el Festival también fomenta el apoyo a esta alianza del cine español y latinoamericano atendiendo a su aspecto industrial, con iniciativas como Cine en Construcción, que ayuda a las películas en fase de postproducción, o el IV Foro de Coproducción Europa-América Latina para el desarrollo de proyectos conjuntos entre ambos continentes. Apoyar tanto a películas que ya están terminadas como a aquellas que están por hacerse es la demostración palpable de que la función de un festival de cine no es otra que la de ayudar a que las cosas se muevan.