"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Además de lo obvio (la música, la sangre, la inclinación artística), Jane Birkin y Charlotte Gainsbourg comparten una visión refinada de la música pop. Con prestar atención a alguna de sus versiones uno llega a la conclusión de que el buen gusto regado de talento evapora comparaciones, casi siempre, odiosas. Ocurre en el cabaret light de “Harvest Moon”, la balada con la que Neil Young ponía a bailar a una pareja de amantes bajo una superluna. Acompañada de Neil Hannon, Rufus Wainwright, Dominique A y Beth Gibbons, entre otros, el disco ‘Fictions’ (2006) fue la demostración de que mucho tiempo después del bombazo de “Je t’aime... moi non plus” la flor y nata del indie acogía a la estrella inglesa –se mudó a París cuando tenía 19 años– como parte de su familia. En el caso de la revisión del “Hey Joe” que popularizó Jimi Hendrix, el mérito de Charlotte, actriz y cantante como su madre, puntúa doble: no debe ser fácil salir victoriosa de un tema que acumula decenas de versiones, algunas brutales, desde la explosiva interpretación de los garajeros The Leaves, pasando por The Byrds o Johnny Hallyday.
La carrera de Charlotte Gainsbourg comenzó envuelta en un escándalo mayúsculo. Junto a su padre –un emblema cultural en Francia, provocador desde la no felación de “Les Succettes” con France Gall– cantó “Lemon Incest” en 1984, cuando solo tenía doce años. El videoclip, donde se ve a un maduro Serge Gainsbourg recostado sin camiseta al lado de su hija, levantó ampollas. Ella recita con voz infantil un fragmento que le ha perseguido toda la vida: “Te quiero más que a nada. El amor que nunca haremos juntos es el más bello, el más violento, el más puro, el más embriagador”. Los últimos años le ha conseguido quitar algo de hierro a este espinoso asunto. En una entrevista concedida a The Guardian en 2019, aseguraba que la letra habla de “infinito amor” mutuo entre un padre y su hija, aunque, reconoce, la palabra incesto revolotea como un cuervo sobre la canción. “Ahora todo es políticamente demasiado correcto. Demasiado aburrido. Demasiado previsible. Y todo el mundo tiene miedo de lo que podría ocurrir si se llega demasiado lejos”, zanjó Charlotte.
Debutó siendo una preadolescente (Charlotte For Ever, 1986), pero su faceta musical no cogió vuelo hasta coincidir casualmente con el lanzamiento de Fictions, de su madre Jane Birkin. Al igual que ella, se ha sabido rodear estupendamente: primero con el productor Nigel Godrich (Radiohead, Air), y luego con Beck, que extrae petróleo en el álbum ‘IRM’, de 2009. Ya en 2017 se alía con el dj SebastiAn, que previamente había remezclado su versión de “Hey Joe”. El resultado de esta unión se plasma en ‘Rest’, un disco sofisticado y de tintes synth pop que marca un nuevo hito. Por su parte, Birkin rompió el año pasado una larga sequía en colaboración con Ettiene Daho. ‘¡Oh! Pardon tu dormais…’ es su regreso al territorio de pop maduro y elegante que, en el tema titular, a dúo con Daho, recuerda a los lejanos tiempos de musa de Gainsbourg.
Jon Pagola