El director Rafaël Ouellet pre­sentó ayer, Derrière moi, su se­gundo filme. Tras confesar antes de comenzar la proyección que había descansado poco debido a las 30 horas de viaje, se mostró feliz de estar en el Zinemaldia. “Si alguien se duerme está perdona­do, pero me gustaría que tras ver la película se la llevaran con us­tedes, la interiorizaran durante dos horas o dos días o…”.

Betty es una acompañante de lujo de 23 años que quiere dejar su profesión. Para ganarse la li­bertad ‘recluta’ en una pequeña localidad, mediante sus armas de mujer, a una inocente joven. Léa, una chica de 14 años, cae sedu­cida por las historias que le cuen­ta Betty sobre la ciudad de la que no tiene apenas referencias pero con la que sueña.

En la película se describe la pu­bertad de unos jóvenes y la reali­dad social en la que viven. Botellón, conversaciones sobre sexo, algún que otro escarceo, primeros con­tactos con el tabaco… Pero todos los jóvenes tienen una cosa en común, un mismo sueño: marcharse a la ciudad.

Léa, a quien le gusta pintar y escribir, vive con su abuela. La mu­chacha no tiene una buena opinión de su joven madre, no conoce a su padre y no le cae bien el actual no­vio de su progenitora. Su familia tampoco es de su gusto. Sin ape­nas referencias afectivas, Betty, con un discurso liberal y liberador, no encuentra ninguna dificultad para lanzar sus ‘redes pelágicas’ en las que cae la joven.

La atractiva Betty, tras ganarse la total confianza de la joven, la convence para que la acompañe a la ciudad. Tras unos días de fiesta y sueños, la profesional deja en ma­nos de un agradecido proxeneta la joven ‘carne trémula’: “Saldrá rentable ya que hay mucha demanda”, dicta sentencia él.

Rafaël Ouellet declaró que su objetivo ha sido mostrar la pérdi­da de la inocencia. Con los exte­riores e interiores, por ejemplo, ha querido enseñar tanto los lugares tranquilos como los ‘diabólicos’.

“Me gusta trabajar con acto­res desconocidos y pese a reali­zar un casting de 40 personas, al final opté por rodar con actrices profesionales por la complejidad de guión”, dijo el director de 34 años. Aunque comenzó el rodaje con un equipo técnico de ocho personas, al final “cuatro fueron suficientes para filmarla”.

En opinión de Ouellet, el lar­gometraje es una historia ambi­gua. “Para algunos tiene un final feliz porque una de las protago­nistas, Betty, recupera la libertad. Pero hay quien dice todo lo con­trario, por el incierto futuro que le espera a Léa”. El director ha querido mostrar la dureza y gra­vedad de la prostitución.“Es una de las peores cosas que le puede suceder a una persona. Pero si miramos a las que la ejercen, no son personas muy diferentes a no­sotros”.
J.O.