"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Paria (2000), primer jalón de una trilogía concebida por el director Nicolas Klotz y la guionista Elisabeth Perceval en torno a la exclusión –y completada con La blessure ( 2004) y La cuestión humana (2007)– logró el Premio Especial del Jurado en el Festival de San Sebastián, y según recordaba el propio realizador, allí empezó todo: el filme pudo ser distribuido y Klotz-Perceval asentaron las formas de un cine absolutamente personal, de sólido discurso ideológico, que reflexiona sobre el mundo actual a partir de un estilo que maneja a la perfección los resortes que unen y separan a la vez el documento de la ficción.
Si en La blessure diseccionaron las fórmulas que tiene el gobierno francés para librarse de los inmigrantes ilegales, en Paria muestran la dura condición de los sin techo y el trato que reciben desde el poder. El filme empieza con una especie de redada filmada de forma directa, en digital y con mucho grano, con estilo vehemente documental: un furgón va recogiendo de la calle a los vagabundos que deben malvivir en las aceras, en los portales o en el interior del metro. El relato se corta entonces para acudir al tiempo inmediatamente pretérito, treinta y seis horas antes, y mostrar los acontecimientos que llevan a un joven a ser confundido por un sin techo y acabar siendo recogido por ese furgón de desesperados.
Klotz, un verdadero adicto a la música en todos sus registros y estilos (jazz, rock, pop, flamenco, electrónica), había realizado previamente documentales sobre Ravi Shankar, Robert Wyatt, la evolución de la música hebrea y los jazzmen James Carter y Brad Mehldau. A este pianista le pidió que improvisara sobre las imágenes de Paria y el resultado es francamente demoledor: notas delicadas, transparentes, melancólicas, que fluyen sobre unas imágenes que capturan la desolación.
Roberto Succo no está filmada en vídeo digital, como Paria. Tampoco está interpretada por actores no profesionales, ni acude al registro documental ni tiene una crispada y urgente inmediatez, como ocurre en el film de Klotz-Perceval, pero habla también, desde la reconstrucción seca, contundente y naturalista de un caso verídico, de aquellos que por una razón u otra no consiguen adaptarse. Roberto Succo es la crónica de los hechos violentos protagonizados por el personaje del mismo nombre, un joven italiano (encarnado por Stefano Cassetti) que a finales de los ochenta asesinó a varias personas en Francia y Suiza. La película de Cédric Kahn, quien antes había adaptado a Alberto Moravia en el filme Tedio (1998), está planteada como un relato minucioso y desnudo de los avatares de este personaje a partir de sus actos de sangre y de su relación sentimental con una cándida adolescente que conoció en un bar de la Costa Azul.
Quim Casas