A principios de los años treinta, Lillian Hellman buscaba tema para desarrollar una obra de teatro que la confirmara como la sólida dramaturga que aspiraba llegar a ser. Dashiell Hammett le pasó una historia que le había llamado la atención, pero que no encajaba en su propio registro literario. En la Escocia de principios del siglo XIX, las dos profesoras que dirigían una prestigiosa escuela para señoritas contemplaron cómo, de la noche a la mañana, todas las alumnas abandonaban la institución sin razón aparente. Una de las estudiantes había difundido el rumor de que las dos mujeres mantenían una relación homosexual. Aunque las enseñantes consiguieron demostrar que la acusación no era cierta, su proyecto de vida y trabajo quedó devastado para siempre.
Hellman convirtió esta historia sobre el poder de una mentira y la homofobia latente en la sociedad en “The Children’s Hour”, una obra de teatro ambientada en tiempo presente que se convirtió en todo un éxito en Broadway en su estreno en 1934. Ese mismo año se empezó a aplicar en Hollywood el Código Hays, que prohibía “cualquier inferencia de perversión sexual”, un eufemismo generalista para aludir, sobre todo, a la homosexualidad. La censura no impidió que Samuel Goldwyn comprara los derechos de la obra de Hellman, pero sí obligó a cambiarle el título y a invisibilizar su procedencia teatral. Además, el rumor sobre una relación homosexual se transformó en un cotilleo sobre un adulterio heterosexual: lejos de estar enamorada de su amiga Karen (Merle Oberon), Martha (Miriam Hopkins) desea al novio de ésta, Joseph (Joel McCrea). Hellman comentaba que no le había importado el cambio porque para ella la obra giraba en torno al poder de la mentira, un asunto que quedaba intacto en esta versión depurada.
En “unInvited, Classical Hollywood Cinema and Lesbian Representability”, Patricia White incluye Esos tres (1936) en lo que ella denomina femme films: woman’s film que encierran una posible lectura lésbica sin abandonar los códigos asociados a la feminidad tradicional propia del cine de mujeres clásico. Es decir, películas que no recurren a identificar la homosexualidad de sus protagonistas mediante atributos o imaginarios considerados masculinos. La depuración del elemento lésbico en esta primera adaptación de “The Children’s Hour”, firmada por William Wyler, potenciaría paradójicamente su condición de femme film: incluso en una película replanteada desde la heterosexualidad puede seguir rastreándose un subtexto en torno al amor entre mujeres. En cierta manera, Esos tres no deja de ser la historia de dos amigas cuyo plan de vida juntas acaba desbaratado por una mentira, pero también por la intrusión de un hombre entre ellas. White señala que las lecturas lésbicas del film eran inevitables por una intertextualidad obvia: la obra teatral era de sobras conocida. E incluso resuena en ella Muchachas de uniforme (Leontine Sagan, 1931), aunque Hellman invierte los contextos de opresión. Si en la película alemana la escuela representa la rigidez intolerante de la sociedad prusiana que reprime la libre expresión de las alumnas, en Esos tres es una estudiante maléfica, Mary (Bonita Granville), quien pone en evidencia la vulnerabilidad de dos mujeres adultas. Quizá como reconocimiento referencial al film de Sagan, Martha sella con un beso su perdón a Rosalie (Marcia Mae Jones), la otra alumna implicada en el escándalo.
Eulàlia Iglesias