Un año después de presentar a competición la aclamada Cónclave (que tuvo en el Zinemaldia la antesala de su exitosa carrera posterior, nominaciones al Oscar incluidas), el cineasta alemán Edward Berger regresó al Festival para presentar Ballad of a Small Player. La película, inspirada en la novela homónima de Lawrence Osborne, narra la odisea de un inglés adicto al juego que, haciéndose pasar por un Lord, va dando rienda suelta a su ludopatía por los casinos de Macao, una ciudad y un paisaje que terminan por erigirse en los auténticos protagonistas de la historia: “Valoramos rodar en otros sitios, pero, al final, concluimos que tenía que ser en Macao donde filmásemos. Resulta una ciudad tan electrizante, tan ruidosa, con tanto colorido y tan excesiva que ningún otro lugar nos iba a ofrecer eso”. El director alemán reconoció ayer, ante los medios de comunicación, que su puesta en escena está imbuida del estilo de algunos de los grandes maestros del cine oriental: “Obviamente conozco, y he visto, muchas de las grandes películas que se han hecho sobre el mundo de los casinos, pero, sinceramente, no las tuve en cuenta a la hora de conferir un estilo visual al film. Me inspiré más en la obra de directores como Wong KarWai, Johnnie To o Hou Hsiao Hsien, entre otras cosas porque no creo que esta sea una película sobre el mundo de los casinos o sobre el juego. Más bien es la historia de un hombre que busca su camino, su luz interior. Ese es el elemento que realmente consideré de cara a trabajar los personajes”.
Al margen de la apabullante presencia que adquiere en pantalla la ciudad de Macao, la otra gran baza de la película la constituye un Colin Farrell pletórico, que encarna al protagonista, ese jugador que vive asomado al abismo y acosado por sus acreedores mientras espera un golpe de suerte que no acaba de llegar: “Mi personaje es un alma perdida al borde del precipicio, justo antes de caer al vacío de su propia insignificancia”. El intérprete confesó que tuvo pocas dudas a la hora de aceptar el proyecto basándose en la confianza que le inspiraba el director: “Me bastó con ver los cinco primeros minutos de Cónclave para comprender cómo, a la hora de filmar, Edward dirige la atención del espectador a los detalles”. El cineasta, por su parte, confesó que siempre tuvo clara la elección del actor llegando incluso a cambiar la nacionalidad del personaje que éste interpreta: “En el libro resultaba bastante irónico ese personaje de un inglés haciéndose pasar por Lord, pero después de hablar con Colin pensé que resultaría aún más irónico que esa suplantación fuera acometida por un irlandés”.
Sin desvelar los elementos sorpresivos que atesora el viaje a la redención emprendido por el personaje que interpreta Farrell a la hora de abandonar su adicción al juego, sí que conviene destacar el papel fundamental que juega en la historia el elemento sobrenatural, heredado de la tradición china de las historias de fantasmas: “Hacer esta película ha ampliado mis horizontes sobre otras culturas –confesó Berger–. En China el infierno cuenta con hasta dieciocho niveles y hay muchas historias sobre fantasmas que emanan de esta tradición”. “Para un irlandés solo hay un infierno”, comentó Farrell con sarcasmo a su lado. “En cierto modo, esta es una película que habla sobre un despertar espiritual. Empieza con un hombre que se siente vacío, que ha destruido su identidad y que termina por recomponerla”, concluyó el director.
Jaime Iglesias Gamboa