"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
En la entrevista que publicamos ayer con el islandés Hlynur Pálmason a propósito de The Love That Remains que se proyecta en Perlak, ya aludíamos a la circunstancia de que en este Zinemaldia teníamos la oportunidad de disfrutar también de otro nuevo film suyo, Joan of Arc, dentro de Zabaltegi-Tabakalera (sección que Pálmason ya ganó en 2022 con Godland). Ambos films, así como la exposición instalada en Tabakalera, están directamente conectados. “Los tres proyectos son el resultado de todo lo que he estado trabajando a lo largo de los últimos tres años. Son un mismo mundo. Yo, aunque esté desarrollando un proyecto específico, sigo filmando imágenes, escribiendo, pintando o fotografiando a lo largo de periodos de tiempo dilatados, sin saber a menudo dónde voy a usar todo ese material, o hasta que el material encuentre su lugar”.
En el caso de Joan of Arc, Pálmason recurre a una fórmula que ya empleó en su cortometraje Nest: fijar la cámara en un punto y registrar la actividad a lo largo del tiempo de sus propios hijos dentro del encuadre elegido (en aquel caso, construían una pequeña casa en un árbol; en éste, la figura de un caballero medieval que después se dedican a acribillar con flechas), mientras el espacio alrededor se va transformando a medida que se suceden las estaciones, cambiando las condiciones meteorológicas, la luz, o la fisicidad del paisaje y los objetos.
Elegido el encuadre, que no va a variar, la plasmación del cambio en el espacio por la sucesión de las estaciones (es decir, el ciclo de la Naturaleza sin intervención humana), así como el registro del movimiento propio de la actividad de los niños, consigue que el cineasta islandés asimile su película a la creación de una pintura con movimiento interno. “El cine es tiempo y espacio. Me interesa mucho el cine como experiencia física: yo trato de dedicar todo el tiempo que necesite para crear un tipo de experiencia en la que la gente pueda sentir inmersa dentro de una sala de cine”, explicaba Pálmason.
La génesis de Joan of Arc fue siempre la figura del caballero y las flechas. “Antes de Juana de Arco estaban esos elementos. Luego a menudo no sabes cuál va a ser el siguiente paso. La figura del caballero quizás podía haber sido un San Sebastián acribillado, pero al final me interesaba que fuera una mujer. Ahí surgió Juana de Arco, porque tampoco hay demasiadas referencias de soldados mujeres en la Antigüedad. Pero esta elección no tiene que ver con lo que pueda representar este personaje histórico o su biografía”.
La idea de la transformación en Juana de Arco del caballero construido por los niños fue precisamente lo que permitió a Pálmason encontrar un final a su película: “Ya estaba la idea del registro del paso del tiempo y el ciclo de las estaciones, pero sentí que necesitaba darle un final a la figura. Que se fuera convirtiendo en una mujer real me dio el clic que necesitaba y que no tenía durante buena parte de la filmación. Ese despertar de la figura convertida en una persona real y su desenlace (que representa una quiebra del tono documental para entrar en la ficción) era la culminación del conflicto que venía gestándose con la grabación de estas imágenes”.
Gonzalo Garcia Chasco