Mucho hemos hablado estos días en el Diario del Festival de la influencia de Dashiell Hammett en la vida y obra de Lillian Hellman. Además, fue quien más la apoyó para que empezara a escribir obras teatrales. Pero ya antes, cuando estaba casada con Arthur Kober, probó fortuna en los estudios de Hollywood.
Kober tocó muchos palos sin destacar mucho en ninguno, o al menos esto es lo que nos ha legado la historia. Fue agente de prensa, guionista, humorista para “The New Yorker”, dramaturgo y novelista. Se casó con Hellman en 1925 y estuvieron juntos hasta 1932. Teóricamente, porque como ocurrió después con Hammett, la relación fue muy abierta, de modo que pasaban épocas separados. Curiosamente, Kobert fue el agente teatral de Herman Shumlin, quien se convertiría en el director teatral predilecto de Hellman. En Dash and Lilly, la película incluida en la retrospectiva sobre Hammett & Hellman, Kober está interpretado por David Paymer.
Kober recibió una oferta de Hollywood al despuntar la década de los treinta, cuando los productores buscaban autores teatrales que hicieran dialogar bien a los personajes. Hellman acompañó a Kober y consiguió trabajo como lectora de guiones en Metro Goldwyn Mayer. De modo que antes de escribir su primera pieza dramatúrgica, “The Children’s Hour”, Hellman ya había entrado en contacto con lo que la haría famosa, la escritura cinematográfica.
Divorciada de Kober, Hammett la secundó en la aventura hollywoodiense, aunque él, como tantos otros autores de su generación, caso de Francis Scott Fitzgerald, William Faulkner y Raymond Chandler, saliera escaldado de su relación con el cine. En esta época, antes de convertirse en guionista en el estudio de Samuel Goldwyn, Hellman vivió la experiencia acre por la que han pasado tantos escritores y directores: la de no ser acreditado en los títulos de la película. Vivir en la sombra. No sería la primera ni será la última; es una práctica en uso por razones de lo más diverso y conviene recordar que durante años los directores descontentos con los montajes que hacían de sus películas firmaban con el seudónimo común de Alan Smithee.
Hellman participó en la escritura de varios films. Eran los tiempos en los que en una película podían aparecer acreditados cuatro o cinco guionistas. Hellman escribió cosas (unas escenas, unas líneas de diálogo, el desarrollo de tal o cual personaje) en títulos como The Melody Lingers On (1935), un drama romántico y musical producido por un pequeño estudio en el que tuvieron crédito Philip Dunne y Ralph Block, no así Hellman. Lo mismo le había pasado en El domador (1934), un western barato de Columbia cuyo guion fue acreditado a Harold Schumate.
Después de lo que sería su debut oficial con el nombre impreso en los créditos, El ángel de las tinieblas, y del éxito de posteriores trabajos como Esos tres y Dead End, Hellman repitió la amarga experiencia en dos producciones de Goldwyn en las que participaron un ingente número de escritores. Fue una amargura compartida, ya que en El forastero, el excelente relato del Oeste sobre el juez Roy Bean dirigido por William Wyler, llegaron a escribir fragmentos o secuencias enteras Hellman, Dudley Nichols, W. R. Burnett y Oliver La Farge, pero solamente Jo Swerling y Niven Bush gozaron de crédito. En 1938, dos años antes de El forastero, Hellman ya había participado en el guion de El vaquero y la dama, en el que también colaboraron Anita Loos y Dorothy Parker, entre una decena de guionistas. En Tierra de España la situación fue distinta: participó tanta gente que estaba a favor de la causa republicana en la contienda española (Orson Welles, Ernest Hemingway, Archibald MacLeish, John Dos Passos, Jean Renoir, Joris Ivens) que la paternidad del film quedó compartida y prácticamente sin acreditar.
Quim Casas