Con la mirada tranquila de quien ha hecho mucho cine, el actor británico Mark Strong (Londres, 1963) habla con voz suave y concisa sobre su experiencia como miembro del Jurado Oficial de la 73 edición del Festival de San Sebastián. No es su primera vez en la ciudad: ya la conocía de una visita anterior con su familia, y volver, esta vez en calidad de jurado, es, en sus palabras, “un honor que no me tuve que pensar dos veces”.
El actor londinense ha participado en varias películas nominadas al Oscar, incluyendo Tinker Tailor Soldier Spy (El topo, Tomas Alfredson, 2011) o The Imitation Game (Descifrando Enigma, Morten Tydlum, 2014). Con su papel protagonista como Harry Starks en The Long Firm, serie de la BBC, consiguió una nominación a un BAFTA y, en teatro, ha ganado el premio del Círculo de Críticos del Reino Unido (2025) y ha sido nominado al Laurence Olivier por su papel en “Oedipus”, de Robert Icke, en el West End.
Con este currículum, no hay dudas sobre por qué Mark Strong ha sido escogido para una labor con tanta responsabilidad como la de ser jurado de Sección Oficial, que, además, se toma muy en serio. Desde que aterrizó en Donostia, Strong ha abrazado el intenso ritmo que exige su cometido. “Vemos tres películas al día e intento estar igual de descansado tanto para la primera como para la última”, explica. “Aunque es agotador, también es increíblemente enriquecedor. Nunca había visto tantas películas en un espacio tan breve de tiempo, lo que me permite hacer una comparación más inmediata”. Además, confiesa que le gusta abordar las películas sin información sobre ellas, a ciegas, por lo que ha intentado no leer las sinopsis ni noticias relacionadas con ellas.
En esa maratón cinematográfica ha descubierto, además, una nueva forma de ver cine. “Al saber que debo valorar las películas, me descubro reflexionando sobre quién las ha hecho, dónde se hicieron, qué país, qué estilo… De repente, todos estos factores me parecen importantes y quiero conocerlos”. Actor de sólida trayectoria en teatro, televisión y cine —donde ha trabajado con directores como Ridley Scott, Guy Ritchie o Tomas Alfredson—, Strong reconoce que su sensibilidad como jurado está inevitablemente influenciada por su profesión: “Soy especialmente consciente de las interpretaciones. Es lo primero que valoro. Pero tras ver tantas películas seguidas, he empezado a fijarme mucho más en otros elementos como la fotografía o los encuadres”.
A pesar de los días maratonianos que comienzan temprano y terminan pasada la medianoche, confiesa estar disfrutando del Festival también como visitante. “He comido mejor esta semana que en toda mi vida”, bromea. En su proceso de valoración, Strong busca que una película le conmueva, que deje una huella. “Si salgo del cine pensando en lo que he visto, si surge una conversación a raíz de la película, entonces, ha valido la pena”. Para él, lo importante es que el cine tenga la capacidad de provocar o resonar. “Hacer una película es extremadamente difícil. Ninguna es una pérdida de tiempo”.
Sobre el debate cada vez más común en los festivales entre cine y televisión, Strong tiene claro que son lenguajes distintos. “Antes de estar en el jurado, quizá habría dicho que pueden convivir perfectamente. Pero ahora, después de tantos días viendo cine en pantalla grande, creo que una película debe ganarse el derecho de proyectarse en una sala. La televisión puede contar grandes historias, pero el cine ofrece algo más: una experiencia visual y emocional a la altura del formato”.
Mark Strong no descarta repetir experiencia como jurado, si se le vuelve a invitar. Por ahora, se queda con esta semana intensa entre proyecciones, cenas memorables y esa búsqueda constante de una película que emocione, que permanezca y que dialogue con el espectador. Porque, al final, eso es lo que premiará la Concha de Oro.
Iratxe Martínez