Desde 2019 se ha convertido en una tradición del Festival de San Sebastián la proyección de adaptaciones cinematográficas de óperas chinas, con la intención de dar a conocer esta rica herencia cultural al público de la ciudad. Pero en esta edición la cita anual adquiere un carácter especial: se trata de la premiere mundial de la restauración 4K de la película Ashima, llevada a cabo por Shanghai Film Technology Plant y L’immagine Ritrovata de Bolonia. Producida por el estudio Shanghai Haiyan, escrita por el prestigioso compositor Ge Yan y dirigida por el también actor Liu Qiong, fue la primera película musical que se rodó en la República Popular China en color, formato scope y sonido estereofónico. La película fue proyectada por primera vez en 1964 y estrenada a escala nacional en 1979. Pronto se convirtió en un título muy querido para los espectadores chinos y sus canciones todavía se cantan hoy día. Ashima tiene una conexión cultural con España, ya que en 1982 fue presentada en el Festival Internacional de Santander, donde obtuvo el Premio de Danza. Después de más de cuarenta años, la proyección de esta restauración 4K no solo supone una nueva manera de apreciar el film, sino también su reencuentro con el público español. La nueva versión restaurada recrea el encanto original de este clásico de la cinematografía china. El equipo de restauración ha creado una nueva pista de sonido 5.1 y una edición especial en formato de pantalla ancha 2.35:1 con definición 4K, presentando a espectadores de todo el mundo una espectacular experiencia audiovisual.
Ashima se basa en un largo poema narrativo transmitido durante siglos por vía oral entre los sani, una rama de la etnia Yi que habita en la provincia de Yunnan, en el suroeste de China. Transcrito en forma literaria en 1953, ha conocido desde entonces numerosas publicaciones y traducciones a otros idiomas y ha sido también adaptado en libros, poesía moderna y teatro musical, hasta su conversión en esta deslumbrante y hermosa película. Filmada en espectaculares paisajes naturales de la provincia de Yunnan –como el Bosque de Piedra de Shilin–, es una obra única en la historia del cine musical chino al prescindir casi por completo del diálogo y apoyarse en las canciones, la música y la danza para contar la historia de amor de Ashima, la doncella más hermosa del lugar, y el pastor Ahei. Pero la sombra de un matrimonio concertado se cierne sobre la joven, que será secuestrada por una adinerada familia para obligarla a casarse. Como es de esperar, Ahei tendrá que intentar librarla de su aciago destino.
Como toda buena leyenda, Ashima abunda en prodigios y maravillas. Nos encontraremos con un valiente héroe que con sus flechas mágicas es capaz de derribar montañas, abrir senderos en el bosque o franquear murallas; con un pérfido villano que reta al héroe a una competición de canciones que dura varios días; y con una bondadosa heroína que se rebela contra el orden impuesto para reivindicar su derecho a elegir a quien amar. Sin embargo, es en sus pasajes líricos donde la película alcanza sus momentos más bellos. Cuando los amantes se ven obligados a separarse, Ahei envía a Ashima una camelia flotando en la corriente de un arroyo; pero, más tarde, será ella quien le envíe a él otra flor que, milagrosamente, ¡flota contra corriente! En la tradición china la delicada imagen de una camelia sobre el agua simboliza la unión de los amantes incluso después de la muerte, lo cual es buen ejemplo de cómo Ashima es capaz de conectar un sentimiento universal con los códigos de una cultura milenaria devota de la belleza.
Roberto Cueto