Los tiempos de la Nouvelle Vague, sus películas, directores, actrices y polémicas, tanto el texto como el contexto, han ejercido una gran influencia en la cultura anglosajona. Martin Scorsese dijo de Jean-Luc Godard, François Truffaut y compañía que eran directores cuando escribían sus críticas en “Cahiers du cinéma” y que siguieron haciendo crítica cuando pasaron a la dirección, lo que es una forma muy bonita de describir el tránsito que realizaron de la teoría escrita a la práctica filmada. Jim McBride realizó un remake de Al final de la escapada de Godard, titulado Vivir sin aliento e interpretado por Richard Gere, quien también protagonizó Infiel, remake de La mujer infiel de Claude Chabrol. En Mis problemas con las mujeres, Blake Edwards llevó a su estilo de comedia sofisticada El amante del amor de Truffaut, cineasta que también versionaría Paul Mazursky en Una almohada para tres, la historia triangular de Jules y Jim trasladada a escenarios neoyorquinos. Por no hablar de la célebre secuencia del baile de los protagonistas de Banda aparte, rememorada y homena jeada en un puñado de películas. Cambiaron el cine, revolucionaron el lenguaje, sacaron la cámara a la calle, iniciaron la modernidad y fueron muy auteurs, pero propusieron argumentos universales e imágenes muy icónicas.
Richard Linklater evoca en Nouvelle Vague los inicios del movimiento a partir del rodaje de Al final de la escapada, el film-estandarte junto a Los cuatrocientos golpes. La producción del film es francesa, pero la mirada es la de un cineasta estadounidense procedente del indie cuya ya extensa filmografía guarda más de un parecido con algunos de los emblemas de aquel movimiento: su trilogía formada por Antes de amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer tiene que ver, en su tratado del paso del tiempo en la vida de unos mismos personajes y el efecto que ese tiempo produce en los actores que los interpretan (Julie Delpy y Ethan Hawke), con los cortos y largos que Truffaut consagró a su alter ego, Antoine Doinel, interpretado a través de dos déca das por Jean-Pierre Léaud hasta convertir Los cuatrocientos golpes, El amor a los veinte años, Besos robados, Domicilio conyugal y L’amour en fuite en un retrato de la evolución del propio Léaud. Boyhood, el film que Linklater realizó con el mismo actor de 2002 a 2013, hubiera sido del agrado de Truffaut.
Aquellos años y aquellas películas francesas han servido para reflexiones diversas enfocadas tanto desde la ficción como el documental. La Nueva Ola, como tema, atrae, lo que no deja de ser paradójico porque ciertos sectores críticos se han despachado a gusto con las películas de Godard, Jacques Rivette e incluso Éric Rohmer y a veces parece que solo se puede ser godardiano o ser furibundantamente anti-Godard. Mal genio (2017), de Michel Hazanavicius, evoca el comienzo del periodo maoísta en Godard, la realización de La Chinoise y sus relaciones con la actriz Anne Wiazemsky. En un preciso juego de espejos, a Godard lo interpreta Louis Garrel, hijo de Philippe Garrel, cineasta que con Jean Eustache lideraría la primera generación post-Nouvelle Vague. No solo eso, Louis Garrel había protagonizado dos películas ambientadas en la misma época –mayo de 1968 , Soñadores (2003), de Bernardo Bertolucci, y Les Amants réguliers (2005), de su padre Philippe. En la primera de ellas, el cine, la nueva ola y los problemas en la Cinémathèque Française, allí donde se habían formado como espectadores y después críticos y después directores los miembros del movimiento, están muy presentes.
Truffaut ya evocó desde la ficción los entresijos de un rodaje en La noche americana (1973), y su libro de entrevistas con Alfred Hitchcock constituiría la base de Hitchcock/Truffaut (2015), documental de Kent Jones que habla tanto del director de Los pájaros como del de Los 400 golpes. Jacques Rozier, apadrinado por Godard, tuvo permiso de este para realizar en 1964 dos cortos en torno al rodaje en Capri de El desprecio. Le Parti des choses: Bardot et Godard concreta en once minutos la relación entre el director y su estrella, mientras que Paparazzi, de veinte minutos, documenta las maniobras de los paparazzi para sacar fotos de Brigitte Bardot desde los riscos que rodean el set de rodaje y la incidencia que tuvo la filmación de la película en la isla. Bardot también se representó un poco a sí misma en Una vida privada (1962), reflexión sobre la fama y sus servidumbres a cargo de Louis Malle, con Marcello Mastroianni como el director de cine de quien se enamora la cotizada modelo acosada por la prensa sensacionalista que encarna B. B. Serge Toubiana, ex redactor jefe de los “Cahiers” y ex director de la Cinémathèque Française, realizó en 1993 François Truffaut: Retratos robados, un revelador retrato del cineasta con sus luces y sombras, que incluye entrevistas con Rohmer, Chabrol, Na thalie Baye, Fanny Ardant y Olivier Assayas, entre otros. Queda por hacer una película sobre las razones por las que Truffaut y Godard rompieron relaciones.
Quim Casas