Hay historias que uno escucha de niño y lo acompañan toda la vida. El director sueco John Skoog (Kvidinge, 1985) ha convertido en película una de esas: la historia de Karl-Görna Persson, un campesino sueco que en su día construyó un refugio para evitar una guerra que nunca llegó. Skoog creció visitando ese búnker-casa en sus excursiones familiares y no podía evitar imaginar cómo sería vivir con ese miedo tan arraigado. Ahora, ese recuerdo íntimo es el protagonista de su segundo largometraje, Värn / Redoubt, que debutó ayer en la sección New Directors. Y lo hace con hormigón, silencio, esperas y un actor monumental, Denis Lavant, que habla con rostro, pausas, y con las palabras no dichas.
Si cualquier espectador del Zinemaldia decide ir de vacaciones a los vastos campos del sur de Suecia, puede que se encuentre con una mole de cemento que a duras penas resiste el paso del tiempo desde hace décadas. No es un búnker militar ni una escultura, sino el legado obsesivo de Karl-Görna Persson, un granjero que, temeroso de una invasión soviética tras la Segunda Guerra Mundial, dedicó su vida a construir un refugio para él y para sus vecinos.
Esta historia, que ocurrió en la realidad, persiguió al cineasta sueco John Skoog desde la infancia. Hoy, en Värn / Redoubt, la recrea con sobriedad. “Persson comenzó a construir un búnker en su casa en 1947 y trabajó en ello hasta que murió en 1975. Y, obviamente, la guerra nunca llegó. Pero levantó una construcción tan contundente que sigue en pie hoy en día”, explica Skoog. Para poder rodar la película, el equipo reconstruyó por completo el edificio en otra localización. Lo levantaron entre artesanos y constructores locales, y sin planos, como lo habría hecho Karl-Görna. “Fue un proceso casi escultórico”, explica el director. “No queríamos un decorado: queríamos una vivienda auténtica”. Ahora, esa réplica será trasladada al Moderna Museet, el museo de arte moderno más importante de Suecia. Este segundo largometraje de Skoog (dirigió Säsong / Ridge en 2019) está filmado en 35 mm y en un concienzudamente elegido blanco y negro. Para defender estas características, la obra está protagonizada por el actor francés Denis Lavant, a quien el propio Skoog define como “una figura legendaria que es de los pocos actores que podrían existir y sobrevivir en el cine mudo”. Lavant encarna con convicción a este personaje casi ermitaño, sin apenas diálogos, dejando que su cuerpo y rostro hablen por él: “Lavant puede observar una acción física una sola vez y convertirla en parte de su personaje”, cuenta el director, entre admirado y agradecido.
El personaje que interpreta Lavant no es un ermitaño desconectado, sino un hombre que observa. Que trabaja el campo. Que teme por los demás, aunque no hablen con él. En ese aislamiento, Skoog encuentra una extraña forma de supervivencia. Una vida hecha de repetición, de rutinas, de silencio. “La película está muy influida por el cine que deja hablar a la imagen, que no lo dice todo en voz alta”, explica. “Quería que las emociones pasaran más por la piel que por los diálogos”.
Skoog elige dos palabras para definir la esencia del film: “esperar” y “miedo”. El montaje —en el que trabajaron durante casi un año— articula el vaivén entre ese mundo interior de Karl-Görna y sus encuentros con la comunidad que lo rodea. Unos lo miran con admiración, otros, con lástima, otros, con recelo. “Creo que esa ambigüedad es productiva. No es una película con pancartas, sino una película que te crea preguntas. Si cuando salgamos del cine, nos permitimos unos momentos sin el móvil, la película seguirá dentro de ti y te dará pie a hacerte esas preguntas”.
Iratxe Martínez