La denominada batalla de Brunete, una serie de operaciones bélicas desplegadas en esta población al oeste de Madrid y sus alrededores, entre el 6 y el 25 de julio de 1937, es uno más de los momentos sangrientos que vivió la guerra civil española. Realmente no hubo vencedores ni vencidos, ya que la ofensiva del ejército republicano sobre el franquista liberó durante unos días la presión que los sublevados realizaban sobre Madrid, pero luego las tropas de Franco volvieron a hacer suyo el terreno perdido.
A partir del recuerdo de aquella batalla, de aquellas batallas, David Varela Álvarez organiza en Un cielo impasible (2021) un ejercicio de no ficción entre el pasado, el presente y, tal vez, el futuro. Al principio del film, durante unos minutos, la combinación de planos alzados capturados con drones y una música electrónica y densa pueden recordar a Irreversible, aunque el sentido de esta composición visual y fondo sonoro se adapte a una realidad cinematográfica diametralmente distinta a la del film de Gaspar Noé. Poco a poco nos adentramos en el concepto de recreación/reinterpretación mezclado con documental puro a través de la mirada de un grupo de adolescentes. V
arela convierte los ecos del pasado en una reflexión sobre el espacio: planos de paisajes vacíos –el paisaje muchos años después de la batalla– sobre los que superpone el sonido de los vehículos militares de antaño.
El sonido es muy importante. Se conservan testimonios orales grabados en cintas de casete de gente que vivió la batalla de Brunete. A partir de estas cintas, de unas voces del pasado que Varela prefiere ocultar, se sucede la lectura de los documentos de ambos bandos por parte de los jóvenes: el recitado adquiere la forma de un debate actual y los adolescentes de la tercera década del siglo XXI pueden hacerse preguntas no solo sobre Brunete y la guerra civil, sino, sobre todo, en torno al sentido de la Historia.
Si bien en algunas escenas hay un joven que se viste como un soldado de los años treinta y representa ante la cámara lo que está leyendo, lo más interesante de la propuesta reside en el diálogo que los chicos establecen con gente mayor que ellos. “Influye mucho como se da en clase”, comenta una chica cuando un hombre empieza a interrogarles sobre qué papel le dan a la Historia en el colegio, en sus vidas, en sus inquietudes por saber cosas que a ellos, y a sus padres y abuelos, y a otras generaciones, los han llevado a ser como son. “La Historia es la causante de nuestra realidad”, comenta el hombre. “Hasta que no te hablan de todo ello, no te implicas”, expresa otra chica. “No me gusta estudiar Historia porque están todos muertos” razona, a su manera, un chico.
Los jóvenes buscan hablar de la Historia desde la neutralidad, y el debate entra en un interesante terreno sobre las ideologías, y cómo explicar los hechos históricos sin tenerlos tanto en cuenta. Neutralidad es lo contrario a posicionarse. Un cielo impasible parte de un hecho concreto, una batalla, en una guerra civil, en uno de los periodos más delicados de la historia de España, para desplazarse hacia una reflexión más panorámica sobre como hoy debemos acercarnos a aquellos acontecimientos.
Mientras tanto, el dron omnisciente continúa filmando desde los aires aquellos espacios que hace casi noventa años se cubrieron de sangre y que de poco sirvieron, ya que el terreno conquistado por unos fue rápidamente reconquistado por los otros.
El sinsentido de toda contienda bélica, aunque aquella, por una razón que sigue escapando de verdad a nuestra compresión, fuera considerada durante años la última guerra romántica.
Quim Casas