"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
No es un documental, es una necesidad vital. Es la historia de una hija buscando a su padre, pero a su manera, desde el arte. Flores para Antonio, el proyecto de los directores Isaki Lacuesta y Elena Molina, presentado ayer en la Sección Oficial fuera de concurso, es el ejercicio de Alba Flores para conocer y entender quién fue su padre, de comprender su manera de vivir y su manera de morir.
La película trata los silencios, las conversaciones pendientes y el dolor de las ausencias, desde la perspectiva de una hija que, hasta ahora, no ha hecho las preguntas que necesitaba para sacar el dolor que llevaba dentro. “No era consciente de que no había hablado con mi familia. Todos hemos descubierto mucho de mi padre y, también, sobre nosotras”, afirma Flores, refiriéndose a su madre, sus tías y sus primas. “Hemos unido las visiones que teníamos de él. Y hemos creado un retrato más completo. Es como que de repente le hemos dado más dimensiones, más colores”.
Las canciones, los dibujos y las maquetas del cantautor, músico y actor se convierten en herramientas para ir construyendo, paso a paso, un collage. Aunque en un principio la premisa era distinta, en cuanto se sumergieron en la búsqueda de dichos materiales, los directores se dieron cuenta de que la película era la historia de Alba, y no la de su padre. “Alba fue muy valiente y generosa para meterse de lleno en esa propuesta. La película es mucho mejor, porque es mucho más real, pero eso implicó un trabajo emocional duro por parte de ella y su familia”, explica el director Isaki Lacuesta.
Las conversaciones familiares, los recuerdos y todo lo que explicaban a gritos las creaciones del artista crean un retrato completo sobre las luces y sombras de la vida de Antonio Flores. Un artista que marcó a toda una generación y lo podrá seguir haciendo gracias a esta película, ya que puede ser un puente generacional para dar a conocer al artista y su creación. “Estoy contenta de haber dejado un testimonio y un sitio al que poder ir para que lo conozcan como artista y como persona”.
Una película para reír y llorar a la vez. Ya que, treinta años después de la muerte del artista, su hija ha encontrado la manera de recuperar la voz que perdió cuando el falleció. Para ello, ha encontrado su medio, el cine. Ya que la familia Flores, aunque no haya transcendido tanto como la faceta de cantante, ha tenido un vínculo muy grande con el cine. “El cine ha estado más enraizado en la familia de lo que pensamos, por eso la naturalidad de hacer una película”. El resultado de tal proceso es una pieza hecha de recuerdos, imágenes, cartas, canciones, silencios, flores… y mucho amor. Un emocionante homenaje para el artista, “para celebrarle, recordarle y llorarle”.
Naia Arantzamendi