La última actividad pública de Nets fue la conversación entre José Luis Guerín y Jonás Trueba, director y productor, respectivamente, de Historia del buen valle, que forma parte de la Sección Oficial. En una calurosa introducción, Jonás Trueba habló de la influencia que tuvo José Luis Guerín para sus contemporáneos. “En 2001, para mi generación, en España”, comenzó Trueba, “En construcción, de Guerín, fue un antes y un después. Era una película pionera, grabada en digital y después inflada en 35 mm, hecha con estudiantes de la Universitat Pompeu Fabra. Hoy sigue siendo una estela, su atrevimiento nos demuestra las muchas maneras de hacer cine”. Ante los elogios, el director le dijo a su productor: “Tienes una mirada muy generosa”.
El director de Historias del buen valle comenzó abordando el tema de los festivales de cine. “Les tenemos que estar eternamente agradecidos porque son un escaparate para nuestro trabajo, pero estoy en contra del lenguaje de la competición y de percibir las películas de los otros como obstáculos”, declaró Guerín. “No hay nada de empatía entre cineastas. El cine vive una decadencia muy grande y es difícil tener una mirada generosa sobre nuestros contemporáneos”, continuó. Trueba reforzó esta idea, la cual ha compartido con las y los estudiantes que forman parte de Nest, donde preside el jurado. “No podemos escapar de ello, a menos que nos pongamos de acuerdo”, mencionó el joven productor, “se mezcla el cine con el deseo de pertenecer”. José Luis Guerín remató esta reflexión diciendo que, finalmente, “el cine forma parte del mundo y el mundo es una constante pugna”.
Sobre su más reciente largometraje, el director habló sobre la aproximación al documental, al cual no se ha acercado “por un deseo de denuncia social”, ya que, para él, “esto es mirar con condescendencia al cine; ¿cómo vamos a hablar mal de una película que aborda causas social importantes?”. Para Guerín, “hay un malentendido de que el cine documental no tiene exigencias formales”, cuando, en realidad, “si lo que pretendes es visibilizar elementos de la vida cotidiana, ahí se imponen otras, se necesita una disciplina visual.” Parte de esa disciplina tiene que ver con el trabajo de las personas al momento del rodaje: “Yo nunca le digo a mis personajes lo que tienen que decir o hacer. Lo que hago es ponerles en situación”. El cineasta filma con varias interrogantes en la cabeza. “¿Qué espacio eliges? ¿Qué hora del día? ¿Cómo te relacionas con esas personas antes de filmar?”, son algunas de ellas.
Todo esto tiene su origen en una profunda creencia del poder de revelación que puede tener el cine. “Hay cosas que no puedo escribir en un guión. Hay un deseo de trascender pactando con el azar”, confesó Guerín, quien describe que es eso lo que guía “su gran deseo del cine”, al cual ama con devoción: “veo una película cada día como mínimo”, mencionó. En ese sentido, el cineasta considera que las películas donde reina el control, es decir, aquellas en las que los actores recitan diálogos aprendidos, “como un callejón sin salida”. Por tanto, Guerín cuando hace “película de ficción usa técnicas del documental y viceversa”.
El productor Jonás Trueba compartió una conversación que ambos tuvieron acerca de Ordet (Carl Theodor Dreyer, 1955). Para Guerín, “no basta con que una película sea extraordinaria, tiene que llegar en el momento exacto para convertirse en revelación”. Tal es el caso de la película del danés, de la cual le conmueve que la niña Anne, al tomar la mano de Johannes, pueda revivir a Inger, la mujer que ha muerto: “Del contacto entre personas de dos generaciones surge el milagro de la resurrección”, mencionó Guerín. Él y Jonás Trueba también pertenecen a dos generaciones distintas. Su Historias del buen valle logra también una suerte de milagro.
José Emilio González