Tras su estreno en Sundance, recala en Zabaltegi-Tabakalera la película Lurker, primer largometraje del realizador y guionista (y supervisor de producción de la popular serie The Bear) Alex Russell, en una premiere española en la que el propio director hizo los honores de presentar el film con las palabras: “Bienvenidos a mi personal pesadilla americana”.
El término inglés lurker hace referencia a los acechadores o merodeadores en las redes sociales, una figura que terminó interesando especialmente a Russell cuando comenzó a escribir esta historia justo en los inicios de la pandemia y el confinamiento: “Quería escribir algo acerca del aislamiento y las conexiones personales, y al final busqué transmitir aquella sensación bastante nauseabunda que estábamos viviendo”, explica el director. Es así como una mirada a cómo se construyen las relaciones personales en la era digital terminó convirtiéndose en una pesadilla. Esta pesadilla de Russell, que no renuncia en todo caso a hacer reír frecuentemente al espectador, sigue el periplo de Matthew (Théodore Pellerin), un joven dependiente en una tienda de ropa que tiene la oportunidad de conocer fortuitamente a Oliver (Archie Madékwe), una estrella del pop.
El encuentro casual permite a Matthew elaborar una estrategia calculada para ir introduciéndose poco a poco en el círculo personal de la estrella, acercándose al mundo de la fama y ganando él mismo una popularidad en las redes sociales (incluso en la calle) que, desde luego, nunca antes había disfrutado. La obsesión por acercarse al famoso, considerarse su amigo, serle útil como “director creativo” (una figura que, apuntaba Russell, ha proliferado por todas partes en la cultura actual pero que, tal y como se ve en el film, ni el propio Matthew sabe definir en qué consiste), o la falsedad sobre la que se construyen las relaciones, van llevando la historia por unos terrenos que parecen anticipar consecuencias trágicas.
Para mostrar esto, Russell quiso poner en labor el gran trabajo interpretativo de Pellerin: “En una historia como ésta, en un contexto en el que el éxito en las interacciones personales y la popularidad se toman a vida o muerte, necesitaba un actor que fuera capaz de transmitir, sin desvelarlo explícitamente, cómo desarrolla sus cálculos el personaje y, a la vez, que no seamos capaces de prever cuál va a ser su próximo movimiento. Pellerin conseguía eso”.
Russell deja el final de su película abierto dejando en el aire la pregunta de si son necesarias la mentira y la falta de ética o escrúpulos para tener éxito en estos tiempos. Pero sí quiso dar alguna clave: “Hay muchas películas que abordan esa figura del “cisne negro”, pero tienden a terminar desvelando una oscura personalidad individual. El arribista que lo es fruto de su ambición, o de la locura… Por el contrario, con esta película lo que yo quería era lanzar la pregunta: ¿Y si no una cuestión tanto individual como social? ¿Y si son las redes sociales nuestro verdadero cisne negro?”
Preguntado si en su caso, como persona que ha crecido y vive en Los Ángeles y en contacto con Hollywood, ha vivido personalmente algo similar a lo que narra en su película, Russell concluyó, con cierto humor: “Yo he sido a veces Matthew y a veces Oliver”.
Gonzalo García Chasco