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Tras participar en la sección New Directors hace diez años con el largometraje Family Film, el director esloveno Olmo Omerzu ha regresado a Donostia, esta vez para competir en Sección Oficial. Lo hace con Ungrateful Beings, una película que, al igual que su trabajo anterior, coloca en el centro de la historia a una familia enfrentando una situación complicada.
Pese a ello, Omerzu aseguró ayer en el Kursaal que se trata de películas con objetivos diferentes y que, en esta concretamente, ha querido explorar lo que pueden hacer los padres para salvar un hijo, “cuán lejos pueden ir y dónde están los límites”. Nebojsa Pop-Tasic, guionista de film junto a Omerzu, quiso ir más allá y añadió que la cinta también refleja “hasta dónde pueden llegar los hijos”. Para él, “no hay ningún personaje inocente en el film”.
San Sebastián acoge la premiere del film y, por tanto, la de ayer fue una de las primeras veces en que sus propios creadores pudieron ver la cinta terminada en una sala de cine. Tras la proyección, Pop-Tasic confesó incluso haberse sorprendido de haber realizado “una película tan siniestra”. El guionista reconoció que, en ocasiones, “la obra puede parecer ligera, pero que debajo se esconde un trasfondo un tanto siniestro”
Una de las razones por las que el film genera esa sensación es la seriedad del tema que aborda: la anorexia. Pese a que la película tiene dosis de humor, Omerzu quiso dejar claro que no se trata de un acto de provocación o de cinismo, sino que “han intentado abordar el problema de la anorexia desde la empatía”. Para ello, hablaron con numerosas jóvenes que han atravesado esta situación, con el fin de inspirarse y comprender mejor el problema.
Con todo, Omerzu entiende que “muchos espectadores no estén de acuerdo con el comportamiento de los padres”, pero a su vez quiere que al mismo tiempo “puedan comprender su desesperación y por qué actúan como actúan”. Esa contradicción es lo que considera verdaderamente interesante de Ungrateful Beings.
Otro aspecto que Omerzu quiso resaltar del film y que le fue resultando fascinante a medida que avanzaba en la creación del mismo “es cómo padres e hijos nunca llegan a conocerse del todo, en gran parte debido a la dinámica de poder que existe entre ellos”.
Los actores que dan vida a la familia protagonista del largometraje proceden de distintos países: el padre, Barry Ward, es irlandés; la madre, Barbora Babulová, es eslovaca; y los dos hijos, Dexter Franc y Antonín Chmela, son checos. Por tanto, interpretan a una familia multilingüe que llega a expresarse en tres idiomas a lo largo del metraje, lo que, según el director, contribuye a reforzar “la sensación de familia rota”.
Para los intérpretes, presentes en la rueda de prensa del Kursaal, el proceso de ensayos y lecturas fue una experiencia interesante. Destacaron lo estimulante y al mismo tiempo complejo que fue encajar tantos idiomas hasta lograr que todo pareciera natural, y admitieron que se rieron mucho cuando Barry Ward tuvo que hablar en checo por primera vez.
Iker Bergara Etxegarai