El 19 de abril de 1962, Francisco Ferrer Monreal, director del Festival de San Sebastián, firmó una carta dirigida a Jomí García Ascot, cineasta español exiliado en México, invitándole a asistir a la décima edición del certamen en junio, no como director en representación de su película En el balcón vacío (1961), sino como miembro de la prensa.
La película de García Ascot no podía proyectarse en el festival porque tanto él como su esposa, María Luisa Elío, y su amigo Emilio García Riera, los creadores de la película, eran personas non grata para el régimen fascista de Franco. Tras huir de España, los tres exiliados españoles hallaron refugio en Ciudad de México. Sin embargo, aun sabiendo que sería imposible contar con la presencia de García Ascot, Ferrer Monreal envió aquella carta.
García Ascot fue uno de los fundadores del Grupo Nuevo Cine, un colectivo de artistas españoles y latinoamericanos afincados en México. En el balcón vacío, referencia seminal del cine independiente y experimental mexicano, refleja su entrega al cine de autor.
Los elementos artísticos, históricos y políticos están inextricablemente conectados. Creada durante la dictadura franquista, En el balcón vacío es la única película que retrata la experiencia del exilio republicano en México desde la perspectiva de quienes la vivieron.
García Ascot y Elío llegaron a México en 1939, aún niños, huyendo de la Guerra Civil española. Él transformó su experiencia del exilio en una postura intelectual, asumiendo el destierro como condición política, inseparable de la libertad artística. En cambio, Elío, nacida en Pamplona, lo vivió a través de una sensibilidad introspectiva, reflejo de un mundo interior inquieto marcado por el trauma.
Durante años, Elío escribió breves relatos autobiográficos que constituyen la base de En el balcón vacío, entrelazando memorias con una identidad transnacional forjada en el exilio. En 1960, García Ascot adaptó ese material junto a Elío y García Riera.
Con un presupuesto mínimo, compraron una cámara Paillard-Bolex de 16 mm, reclutaron a su amigo fotógrafo José Torre (asistido por José Redondo) y recurrieron a sus amigos artistas para obtener financiación. Dado que el reparto y el equipo, formado por parientes y conocidos, tenían empleos entre semana, el rodaje se realizó durante cuarenta domingos, utilizando ropa propia como vestuario y filmando en localizaciones que se asemejaran a escenarios europeos, como Condesa y Roma.
Las decisiones artísticas de García Ascot estuvieron condicionadas por la falta de recursos económicos. Por ello, utilizó poco el sonido directo; en su lugar, la voz de Elío en off asume la narración y conduce el relato. La película, anclada en las memorias de una niña, incorpora material documental —cedido por el cineasta holandés Joris Ivens, a quien García Ascot conoció en Cuba— que acentúa el realismo del desgarrador recuerdo de Elío.
La distribución de la película no reflejó su exitosa acogida. La proyección en el popular Cine Club IFAL de Ciudad de México en 1962 tuvo un profundo impacto en cinéfilos y críticos. Ese mismo año, ganó el Premio FIPRESCI en Locarno, seguido del Premio Janus de Oro en Sestri Levante en 1963. Sin embargo, los ejecutivos de los grandes estudios, reacios a promover el cine independiente, obstaculizaron el estreno comercial de En el balcón vacío, impidiendo que llegara al gran público. Durante décadas, la película se proyectó en círculos reducidos, elogiada por críticos de cine independiente y cineastas, pero permaneció oculta del gran público.
Ferrer Monreal solicitó una respuesta antes del 15 de mayo, pero se desconoce si García Ascot llegó a contestar aquella carta. Es posible que el director respondiera, pero, evidentemente, no pudo aceptar la invitación. Artistas e intelectuales afincados en México en los años sesenta hablaban con orgullo del éxito que la película había alcanzado. Las decepciones y frustraciones del exilio permanecían más contenidas, pero en privado las expresaban: algunos las escribían en prosa o en poesía, otros las filmaban, las transformaban en melodías o las pintaban sobre un lienzo.
Para García Ascot, Elío y García Riera, la imposibilidad de regresar a su tierra natal y celebrar el logro de la película que crearon juntos fue una ausencia irreparable. Sin embargo, las restauraciones y retrospectivas recientes han reavivado el interés por la obra de García Ascot y Elío, y En el balcón vacío es ahora reconocida como un magnífico ejemplo de la capacidad única del cine para reinterpretar y representar el profundo sentimiento de alienación que surge del exilio.
Hoy, en el marco de aquel mismo festival que envió la carta, el exilio de esta película trascendental llega a su fin, permitiendo a los descendientes de sus creadores reclamar el espacio negado a sus familiares.
Valerie Pires