Durante el mes de noviembre de 1975, con apenas unos días de diferencia, murieron Francisco Franco y Pier Paolo Pasolini. Mientras la muerte del dictador supuso el inicio de una transición cargada de tensiones sobre el régimen democrático emergente, la partida del cineasta italiano dejó un profundo legado político y poético en cada uno de sus fieles. Dos años más tarde, la vigesimoquinta edición del Festival de San Sebastián se llevó adelante con una clara voluntad de romper con las estructuras del pasado franquista, e incluyó en su programación una retrospectiva en homenaje a Pasolini. El ciclo, sin embargo, se presentaría incompleto: la distribuidora United Artists se rehusó al envío de algunas de las películas del director.
Había sido Laura Betti quien propuso la organización del foco sobre Pasolini a Luis Gasca, secretario general del certamen. La relación entre actriz y cineasta trascendía el vínculo profesional que los había unido en películas como Rogopag (1963), Teorema (1968) o Los cuentos de Canterbury (1972); en cada acusación, rechazo o frustración que él había sufrido, ella lo había apoyado. Betti continuó ese camino tras la muerte del director, cuidando su mirada y las formas de recordarlo. La proyección de sus películas era otra manifestación de afecto y compromiso.
“Ahora he venido al Festival porque me apetecía sentir la situación de libertad española. Yo espero que se note también en el cine”, respondía la actriz en una entrevista aquel año en San Sebastián. Cumpliendo con los protocolos de su visita, participó de la rueda de prensa de Il gabbiano (1977), la película de Marco Bellocchio que competía en la Sección Oficial. Pero Betti también supo de la iniciativa de Barrios y Pueblos; atravesó la ciudad y asistió al cine parroquial Don Bosco de Intxaurrondo para la exhibición de Novecento (1976). Le conmovió el compromiso del público, la cercanía, y el diálogo al final de la sesión.
Antes de abandonar San Sebastián, Betti envió un texto de reclamo contra United Artists para que fuera publicado en el diario oficial del certamen. El boceto escrito que se resguarda en el archivo del Festival acompaña este texto. Ahí pueden leerse sus convicciones. Ella piensa un nosotros. Las firmas manuscritas de Elías Querejeta, Luis Alcoriza, Cecilia Roth, Carmen Maura, Isabel Mestres, Michi Panero y Eduardo Chillida se dibujan en la hoja; en la publicación en el diario se incorporan los nombres de Jean-Paul Sartre, Ángela Molina, Carlos Saura, Simone de Beauvoir, Marilina Ross, Félix Guattari, Antxon Eceiza y tantos otros. La defensa del legado del cineasta y de un certamen plenamente democrático confluían en una misma línea.
En 1979, año en el que recibió el premio San Sebastián a la mejor interpretación femenina por el film Il piccolo Archimede, de Gianni Amelio, Laura Betti creó el Fondo Pasolini; coordinó la edición de sus libros y la donación de copias de sus películas a la Cinemateca de Bolonia. Fue directora de la organización durante veinticinco años, hasta su muerte. Alguna vez, Pasolini había escrito una falsa (o prematura) necrológica en homenaje a su amiga, imaginando palabras anticipadas para despedirla. El texto iniciaba con una pregunta: “¿Pionera de la protesta? Sí, pero también sobreviviente de la protesta”.
Matías Fjan