A nadie se le escapa que rodar una película sobre el llamado “conflicto vasco” equivale a adentrarse en un terreno espinoso. ETA continúa siendo un tema delicado y el manejo del dichoso relato un asunto que hiere sensibilidades. La actriz guipuzcoana Iraia Elias fue contundente en este sentido a la hora de confesar la primera reacción que tuvo cuando le hicieron llegar el guion de Un fantasma en la batalla, película que se presentó ayer, fuera de concurso, en la Sección Oficial de Zinemaldia: “Lo primero que pensé fue ‘corre Iraia, no te metas ahí’ porque como ciudadana vasca sé de sobra que una película como ésta genera mucha opinión. Pero la Iraia actriz vio la propuesta como una oportunidad, como un reto, como la posibilidad de construir un personaje fuera del cliché. Y ahí tengo que agradecer la generosidad de Agustín Díaz Yanes para estar abierto a propuestas, a cambios de guion incluso”.
El realizador madrileño, que con Un fantasma en la batalla vuelve al cine casi una década después de su anterior largometraje, reconoció ser “perfectamente consciente de que se trata de una película complicada desde el punto de vista moral. Por eso mismo el guion lo trabajamos muchísimo; aunque al final una película no deja de ser una ficción que, aparte de rigor histórico, tiene que tener rigor narrativo”. Desde ese punto de vista, Díaz Yanes vino a reconocer que su película es, sobre todo, un ejercicio de cine de género: “Desde hace mucho tiempo me rondaba la idea de hacer una película sobre ETA, pero lo que me llevó a ello fue mi pasión por los libros y películas de espías y por aquellas obras ambientadas durante el conflicto irlandés”. Algún periodista le hizo notar al cineasta la extraña coincidencia de estrenar una película como Un fantasma en la batalla apenas un año después de La infiltrada, considerando que ambas películas hablan de lo mismo desde el mismo lugar. A este respecto Díaz Yanes argumentó que “en España deberíamos sacudirnos ciertos complejos porque lo cierto es que los americanos hicieron mil películas sobre Vietnam, muchas de ellas solapándose las unas a las otras y nadie les cuestionó por eso. Yo creo que van a venir muchas más películas sobre ETA en los próximos años y es normal que sea así porque se trata de un tema que atravesó cuatro décadas de la historia de este país”.
Todos los intérpretes presentes en la rueda de prensa pusieron en valor la confianza que les brindó el director en sus respetivos cometidos, así como su habilidad para construir personajes femeninos potentes: “Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto me parece una de las películas de referencia de nuestro cine” confesó Susana Abaitua para justificar por qué aceptó participar en el film. Ella es la encargada de interpretar a Amaia, una guardia civil que estuvo durante doce años infiltrada en ETA. Un personaje, que, en esa apuesta de Díaz Yanes, por trabajar en clave de género, presenta ciertos ecos melvillianos por lo que, estableciendo una analogía con el papel interpretado por Alain Delon en El silencio de un hombre, bien podría ser definido como “La samurái”.
La producción del film, con múltiples localizaciones y un cuidado trabajo de ambientación también despertó elogios entre los periodistas. Sandra Hermida, una de sus productoras, aseguró en este sentido “lo complicado que resulta hacer una película sobre una realidad tan lejana, pero, a la vez tan cercana, porque todos estamos, de algún modo, pegados a ese recuerdo”. Algo que también podría valer para sintetizar el acercamiento emocional del espectador a una historia como la que cuenta Un fantasma en la batalla.
Jaime Iglesias Gamboa