"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
La cineasta ecuatoriana Ana Cristina Barragán hace triplete en Horizontes Latinos con su nueva película, Hiedra, tras pasar por esta misma sección con Alba, su primer largo, y La piel de Pulpo, que recibió una mención especial en Horizontes Latinos.
En este nuevo film, Barragán relata la historia de Azucena, una joven de treinta años que espía a adolescentes de un orfanato, enfocándose particularmente en Julio.
Podríamos decir que Donostia es su segunda casa.
Sí, Donostia es un lugar muy especial. Viví aquí dos años y además el proyecto se desarrolló en parte en Elías Querejeta, donde escribí el guion. Estar allí un año y medio escribiendo, aprendiendo a filmar, a revelar, tener ese espacio para crear… Fueron dos de los años más felices de mi vida. Con Hiedra también estuve en Ikusmira Berriak. Volver es como regresar a casa. Me siento muy acogida.
Hiedra obtuvo el premio al mejor guion en Orizzonti del Festival de Venecia.
Fue algo muy especial. El simple hecho de estar seleccionada fue un gran honor; es la segunda película ecuatoriana en la historia en participar en una sección oficial de Venecia. El premio llegó como un regalo y recibirlo fue un impulso enorme, tanto para mí como para el cine ecuatoriano.
¿Cuál es la situación actual del sector en Ecuador?
El cine ecuatoriano ha crecido mucho desde que se estableció la Ley de Cine. Sin embargo, el fondo sigue siendo muy pequeño, lo que nos obliga a recurrir a coproducciones internacionales. Siempre estamos luchando para que se le dé prioridad al cine, entendiendo su valor cultural. Aun así, veo que muchos cineastas están sacando adelante su segunda o tercera película. El cine de nuestro país empieza a madurar. Además, hay un auge de nuevas directoras mujeres.
¿Quién ha sido su referente?
Mis referentes han sido mujeres: Lynne Ramsay, Lucrecia Martel, Andrea Arnold... Me han inspirado profundamente. Ser mujer y cineasta es, seguramente, un camino más complejo que el de un director hombre. Cuando empecé era joven, mujer y con ideas distintas de cómo filmar, y eso muchas veces no se entendía. Me tocó demostrar con resultados que esa era mi voz y mi manera de hacer cine.
Tus anteriores películas tenían un tono más autobiográfico; esta vez gana la ficción.
Esta historia viene de un lugar menos controlado, más inconsciente, entre el sueño y la vigilia. Surgió de sensaciones sobre la adultez, heridas que arrastramos desde la infancia o la adolescencia. Ese fue el primer hilo, luego empecé a tirar de él y aparecieron temas como la maternidad, el abandono… Quería mirar fuera de lo estrictamente autobiográfico, pero manteniendo esa intimidad que me interesa. Investigué en Ecuador sobre adolescentes que tienen que dejar sus hogares y enfrentarse al mundo.
¿Qué te mueve a contar ciertas historias?
Son realidades que me interpelan profundamente y que siento que necesitan ser contadas. Por ejemplo, la temática de la nueva película que estoy desarrollando, Amapola, surgió porque mi hermana trabajaba en un proyecto de visibilización de la trata en Ecuador. Gracias a eso, pude visitar una casa secreta donde viven temporalmente adolescentes supervivientes de trata, víctimas de situaciones muy duras que muchas veces permanecen invisibles.
M.A.O