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Con Monster, Hirokazu Koreeda vuelve a casa. Y no lo decimos porque con esta son ya una docena de veces las que el director de Tokio ha presentado alguna película suya en el Zinemaldia, cuatro de ellas compitiendo por la Concha de Oro. O al menos no solo por eso. Tras sus excursiones cinematográficas por Francia, donde realizó La verdad (2019) con Catherine Deneuve y Juliette Binoche, y por Corea, para rodar Broker (2022) con Song Kang-ho y Gang Dong-won, el director japonés ha vuelto a su país con esta película que ganó el premio al mejor guion en el último Festival de Cannes.
Un guion que por primera vez en su filmografía desde su ópera prima, Maboroshi (1995), no firma él, sino Yûji Sakamoto, autor de numerosos éxitos de la televisión japonesa. Un guion que estructura el film en tres partes, tres puntos de vista y tres focos narrativos diferentes. Y que juega hábilmente con el espectador y con la forma en la que éste recibe la información; Con la manera en la que éste va creando sus expectativas, realizando sus conjeturas y extrayendo sus conclusiones. A medida que avanza Monster, la película se va transformando, sus tonos van variando. En un juego continuo de confirmaciones y refutaciones que provoca que la interpretación de los hechos por parte del espectador se vaya modificando. Mientras algunas expectativas se confirman, algunas suposiciones se revelan erróneas, lo que lleva al espectador a cuestionar y replantearse su percepción de la película hasta ese momento.
El film arranca con un edificio en llamas. Un incendio que se convierte en el punto de partida común de las tres partes en las que se estructura Monster. En la primera, Saori y Minato, su hijo preadolescente, lo observan desde la terraza de su piso en una pequeña ciudad de Japón. La madre está preocupada porque su hijo ha empezado a actuar de manera extraña, lo que le lleva a investigar las causas de ese comportamiento y a enfrentarse al equipo docente de la escuela. Posteriormente, la atención se centra en el profesor que parece ser el culpable de los males de Minato. Y en la parte final, cuando el punto de vista pasa al de los dos niños protagonistas y el foco se centra en la relación entre ellos, es cuando la verdad se confirma y se acaba de revelar por debajo de capas de mentiras, conveniencia, falsedades egoístas y suposiciones equivocadas.
En estos tiempos de relativismo dominante, en los que los hechos y las opiniones se confunden, Koreeda lo deja claro. La verdad es única. Por compleja y enrevesada que pueda ser. El resto son versiones erróneas, percepciones equivocadas de la realidad debidas a la falta de conocimiento, de perspectiva, de contexto o a los prejuicios de cada uno de nosotros.
Pero no es el guionista el único Sakamoto con el que Koreeda colabora en esta película. En la emocionante banda sonora de Monster se incluyen dos temas que compuso Ryuichi Sakamoto –autor entre otras de las músicas de Feliz Navidad, Mr Lawrence (1983), El último emperador (1987) o El Renacido (2015)– específicamente para la película justo antes de morir en marzo de este año, junto a algunas composiciones incluidas en álbumes anteriores del músico japonés.
A pesar de que con su juego de cambios de punto de vista y de tono narrativamente sea muy distinta a otras películas de Koreeda, en Monster siguen estando presentes la humanidad y sensibilidad de su mirada y su habilidad para conseguir grandes interpretaciones de sus actores infantiles. Y su saber hacer y su oficio consiguen darle solidez y consistencia al conjunto. Monster es un Koreeda distinto, sorprendente y novedoso, pero su sello de calidad y su toque humanista siguen siendo perfectamente identificables.
Carlos Elorza