"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
José Luis García Sánchez dijo que Paco Betriu había sido el catalán más castizo de Madrid. Ambos habían coincidido allí a mediados de los sesenta como coguionistas de Tinto por amor (Francisco Montolío, 1968), en los cortometrajes producidos por Inscram o en su debut como director, Corazón solitario (1973). Bastan esos antecedentes para delatar el gusto de Betriu por el esperpento, por ambientes sórdidos y personajes tan descarnados como tiernos, en la más pura tradición valleinclanesca. Más tarde, los sustituiría por canónicas adaptaciones literarias de Mercè Rodoreda o Juan Marsé, pero en su regreso a Barcelona, en 1974, los aplicó a Furia española, una comedia negra, muy negra, que incorpora otra de las grandes pasiones del cineasta: el fútbol.
El Barça preside la vida del protagonista, un modesto cobrador de las “golondrinas” turísticas que surcan el puerto de Barcelona. En su camino se cruzan el amor por la hija de su anterior patrón pero también la droga, la precariedad laboral, la prostitución y la muerte, catárticamente exorcizada cuando el equipo de Johan Cruyff se proclama campeón de Liga. No por casualidad, la película transcurre en el Barrio Chino, el mismo escenario donde años más tarde Betriu rodará Mónica del Raval (2009), retrato de una prostituta que bien podría haberse escapado del elenco de Furia española. Allí recurrió a Cassen y Mónica Randall como protagonistas. El actor ya había dado muestras de su talento al mando del motocarro de Plácido y la actriz encontró en esta comedia el personaje ideal para apartarse de papeles en los que se la había encasillado antes de demostrar su verdadera valía en Cría cuervos o La escopeta nacional. La coincidencia de Berlanga no es casual y la escena de Furia española en la que se localiza al protagonista por la megafonía del Nou Camp es un elocuente homenaje a El verdugo.
Pero, no olvidemos que en 1974 el dictador todavía vivía. Franco había iniciado su agonía, pero los principios de la dictadura seguían intactos y la censura se encarnizó con Furia española. Ferran Alberich ha reinsertado la veintena de cortes infringidos en su momento en la restauración digital recientemente realizada por Filmoteca de Catalunya. No es difícil deducir por qué irritaron a los guardianes de la moral. La parodia de TVE, el portavoz oficial de la dictadura, es sangrante, tanto en lo que se refiere a la publicidad de un desodorante que podría utilizarse como vibrador como a los informativos en manos de un presentador que reitera, en tono de creciente crispación, “caiga quien caiga, vamos a desvelar los nombres de la corrupción”. El sexo y la religión también salieron malparados, especialmente cuando se recomendaba la abstinencia como prevención del aborto o se invocaba a Maria Goretti, la mártir asesinada por su agresor sexual.
Vista hoy, Furia española conserva toda la mala leche de su gestación. Es más, dudo que una película así pudiera hacerse en tiempos como los actuales, mucho más políticamente correctos. De las asperezas de una película financiada, según Betriu, con una tarjeta de crédito caducada y denunciada, el realizador hizo virtud. Mediante la citada tradición valleinclanesca heredada por Rafael Azcona, García Sánchez o el también citado Berlanga –vasos comunicantes insoslayables–, Furia española retrata un mundo que era tan real como incómodo. Vista hoy, la película añade el valor de un testimonio documental sin dejar de mostrar una furia renovada. Se dice que esta fue la última película que, debido al revuelo armado con los cortes de censura, Franco vio en vida. Me hubiese gustado asistir a esa proyección para contrastar sordideces. La retratada en la pantalla y la de quien la había provocado.
Esteve Riambau.
Director de la Filmoteca de Catalunya.