"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Ilya Povolotsky (Izhevsk, Rusia. 1987) dirigió su primer largometraje en 2019, el documental Froth, que recibió una Mención Especial en el IDFA y numerosos reconocimientos a nivel internacional. Blazh, su primer largometraje de ficción, se presentó en la Quincena de Cineastas de Cannes.
Su película tiene una apuesta visual única y potente.
En el cine, lo visual va ligado a la historia de cada película. De ahí surge la estética. Rodamos en Super 16 mm porque posee una gran profundidad y mucha nitidez. Nos permitía crear el ambiente de cada personaje en relación con los paisajes. Nikolay Zheludovich (el director de fotografía) es amigo. Mucho antes del rodaje, viajamos a todos los escenarios del guion. Lo trabajamos mucho.
Destaca, también, el trabajo sonoro tan rico, con escenas donde toma todo el protagonismo.
Gracias al trabajo de Zurkas Tepla, el compositor, la música forma parte de los sonidos de los lugares, huyendo de las polifonías más comunes. Como con el trabajo de cámara, diseñamos espacios sonoros para cada personaje y para cada una de sus situaciones a lo largo de la narración.
En términos narrativos, ¿por qué la historia de un padre y una hija nómadas?
Más bien diría que son “flotantes”. Flotan por toda la Rusia profunda, con su autocaravana y su cine ambulante. La película es un cuento sobre la maduración del personaje femenino. Quería hablar sobre el conflicto actual entre una generación joven, abierta al mundo, libre, y sus padres, desorientados y decepcionados con la vida. Veo este conflicto como un abismo que crece y que no tiene solución ni en el grito ni en el silencio ensordecedor. Y si no actuamos, la vida decide por nosotros.
Los paisajes son impresionantes. ¿En qué zonas de Rusia rodaron?
Empezamos en las laderas de las colinas del Cáucaso y terminamos en el Ártico.
Muestra un país heterogéneo, con distintas etnias y lenguas.
Para mí, Rusia es como una manta de patchwork, muy colorida y hecha de pedazos muy dispares en todos los sentidos. La cultura “imperial” lo tapa. El viaje de los protagonistas, que evitan las grandes ciudades, atraviesa todas esas culturas que, pese a todo, viven conjuntamente con bastante armonía. De hecho, el personaje del padre, como el actor (Gela Chitava), es georgiano y por eso oímos esta lengua en alguna escena. Y la lengua bálkara, y distintos acentos del ruso…
El título internacional del film es Grace, ¿es fiel a su original, Blazh?
“Blazh” puede tener distintos significados. El primero es “capricho”. El segundo se refiere a aquellos vagabundos, normalmente con alguna minusvalía psíquica, que viven gracias a la caridad de los demás. La cultura ortodoxa los trata como beatos. Los protagonistas viajan a su capricho, proyectan películas en los bosques… No hay una traducción exacta en otros idiomas. El título en inglés se inspira en la transformación reveladora de la protagonista.
¡Qué bello, ese cine ambulante! ¿Cómo es su tipo de cine ideal?
Me gustan los cines pequeños, donde puedo ver películas que rara vez encuentro en otras salas. La atmósfera, compartida con otros espectadores, es muy distinta. Es lo que más aprecio durante esas “experiencias”.
¿Se siente heredero de alguna rama de la vasta cinematografía rusa?
Ayer estaba en París, en uno de esos cines pequeños, y vi una película vietnamita con subtítulos en francés. Pese a la dificultad y la importancia de los diálogos en ciertas escenas, sí entendía la propuesta del creador de la película y la podía seguir. Creo en el lenguaje universal del cine y sigo a directores, no nacionalidades.
Marc Barceló