Rodada en los espectaculares parajes de la región de Iya, al sur de Japón, una poética fábula sobre un hombre que huye del ajetreo de la gran ciudad, solo para descubrir que la naturaleza vive amenazada por la vida moderna. Tetsuichiro Tsuta rodó con 28 años de edad esta sabia y madura película que ha sido comparada con la obra de los grandes maestros del cine japonés.