Imaginen a una mujer. De unos 45 años. Delgada, atractiva, pero por la cual han pasado los años. ¿La visualizan? Ahora sitúenla en mitad de un descampado. Sola. Sentada en el capó de su coche familiar. Esperando. Espera a alguien. Está nerviosa. A lo lejos, llega alguien. Parece un chico. Sí, es un chico, un chaval de 16 años que pedalea sobre su bicicleta. Se detiene frente a ella. Se miran. Incómodos. No saben qué decirse. No saben qué hacer. Él la ve fumando. "Me dijiste que lo habías dejado", le espeta él, sin saber qué decir. "Y tú me dijiste que tenías más", le contesta ella, entre nerviosa y enfadada. "¿Y ahora qué?", insiste él, nervioso, muy nervioso. Esa es la pregunta. ¿Y ahora qué? ¿Qué pasaría si una mujer de 45 años y un chico de 16 se conociesen por internet y quedasen para tener un encuentro sexual? Esta es la premisa con la que arranca El doble más quince.
Mikel Rueda (Bilbao, 1980) dirigió en 2010 su primer largometraje, Izarren argia / Estrellas que alcanzar, presentado en New Directors en el Festival de San Sebastián. Regresó al certamen donostiarra, dentro de la selección de Kimuak, con los cortometrajes Agua! (2012) y Caminan (2016) -que también se exhibió en Zabaltegi Tabakalera- y con el largometraje documental Quinta planta (2016), proyectado en Zinemira. Su segundo largometraje de ficción, A escondidas (2014), compitió en el Festival de Málaga. El tercero, El doble más quince, fue seleccionado por el Foro de Coproducción en San Sebastián en 2017 y también formó parte de la competición oficial del Festival de Málaga.