En 1978, una joven cineasta, recién graduada de la reconocida escuela FAMU de Praga, aterrizaba por primera vez en el Festival de San Sebastián. Su nombre: Agnieszka Holland. Con apenas veintinueve años, la cineasta polaca encontraba en el Festival un escenario internacional que acogía su mirada con atención y respeto. La directora fue la encargada de acudir al certamen en representación de Screen Tests (Agnieszka Holland, Pawel Kedzierski, Jerzy Domaradzki, 1977), que se presentaba en la entonces llamada sección Nuevos creadores. Aquella fue más que una presentación: fue el inicio de una relación duradera con un cine que no deja de interpelar el presente.
Pero los comienzos nunca son fáciles. Como tantos cineastas emergentes, Holland se enfrentó a las dificultades económicas y logísticas propias de quien da sus primeros pasos: conseguir recursos para rodar, acceder a circuitos de exhibición o abrirse camino en una industria cerrada. “Actualmente hay un grupo de cineastas que han terminado la escuela y están sin trabajo debido a la escasa subvención que recibimos”, afirmaba la directora en una entrevista concedida en 1978 al diario oficial del Festival.
En esa misma conversación, Holland también destacaba el valor de los certámenes como espacios de apoyo a las nuevas generaciones: “Los festivales, fundamentalmente, pueden servir para ayudar a los jóvenes creadores”. En su caso, el de San Sebastián se convirtió en una puerta de entrada al circuito internacional, un respaldo inicial sin el cual su trayectoria tal vez habría sido más difícil.
Los festivales, y especialmente el de San Sebastián, cumplen un papel fundamental como plataformas de apoyo, impulso y visibilidad para cineastas emergentes. La propia FAMU, escuela en la que Holland se formó y cuna de destacados cineastas como Miloš Forman o Emir Kusturica, ha mantenido su presencia en San Sebastián décadas después de aquel primer encuentro, siendo seleccionada en tres ocasiones en Nest, la sección dedicada a cortometrajes de escuelas de cine de todo el mundo.
A través de esta entrevista, el archivo del Festival nos recuerda la importancia de generar espacios dentro de los festivales en los cuales las nuevas voces puedan encontrar acogida y empezar a construir una carrera cinematográfica. El Festival de San Sebastián lleva tiempo apostando por este compromiso mediante diferentes iniciativas como el programa Ikusmira Berriak, la sección Nest o su participación en la dirección académica de Elías Querejeta Zine Eskola.
Este año, San Sebastián vuelve a reafirmar ese compromiso con el talento emergente, brindando espacio y visibilidad a nuevas voces en sus distintas secciones. Entre sus títulos destacan el estreno mundial de Aro Berria, de Irati Gorostidi Agirretxe (Ikusmira Berriak 2022), en la sección New Directors; la selección de La misteriosa mirada del flamenco, de Diego Céspedes (Nest 2018, Ikusmira Berriak 2020), tras alzarse con el Premio Un Certain Regard en Cannes; y Hiedra, de Ana Cristina Barragán (EQZE 2020-2021, Ikusmira Berriak 2022), ambas incluidas en la sección Horizontes Latinos. También forman parte de esta 73ª edición Estrany riu, de Jaume Claret (EQZE 2018-2019, Nest 2020, Ikusmira Berriak 2022), que llega a Zabaltegi-Tabakalera tras su paso por Venecia; Duas vezes João Liberada, de Paula Tomás Marques (EQZE, Nest 2019), tras su estreno en Berlín; y el cortometraje No One Knows I Disappeared, de Hanxiong Bo (Nest 2019).
La presencia de Holland en esta 73º edición del Festival no solo celebra una carrera excepcional, sino también el poder de los festivales como lugares para el impulso, el descubrimiento y la fabricación de la memoria. Lugares donde, como en 1978, se siembran historias que perduran.
Maialen Franco