Cuando se habla de cine militante, pocos directores encarnan de manera tan precisa esta categoría como el haitiano Raoul Peck. Autor de una vasta filmografía donde ha transitado lo mismo por el cine de ficción que por el documental, este año llega al Festival con un film que, tomando como referencia la figura del autor de “1984”, usa imágenes de archivo para localizar los ecos de los totalitarismos de antaño en la escena política actual
¿Cómo suele ser su proceso de trabajo? ¿Selecciona los materiales y a partir de ahí arma una narrativa o parte de una idea y va buscando los materiales disponibles?
Más bien lo segundo, aunque los procesos se van dando de manera simultánea. Pero, normalmente, siempre parto de una historia o de un personaje, nunca con la intención de hacer un relato biográfico, sino más bien como punto de inspiración. Ya sea dirigiendo ficciones o documentales, mi mirada siempre va dirigida a la realidad. En este caso, por ejemplo, estaba George Orwell y las circunstancias que rodearon su último año de vida, cuando estaba inmerso en la escritura de “1984” mientras agonizaba. Ahí hay un elemento de tensión narrativa que busca la conexión emocional con el espectador, pues estamos ante la historia de un hombre que lucha contra el reloj para terminar su última novela. Luego a partir de ahí voy seleccionando los materiales que mejor me sirven para armar esa narrativa.
¿Cómo llega a la figura de Orwell? Porque lo que está claro es que su historia no deja de ser un subterfugio del que usted se sirve para hablar del auge de los totalitarismos.
En este caso se trató de un encargo. Un encargo que me pareció fascinante, porque ponía a mi disposición un vasto archivo documental sobre el escritor, lo cual era un regalo. Yo a Orwell le conocía, obviamente, de haber leído su obra. Fue el que patentó el término de “neolengua” que, a mí, que crecí deconstruyéndome desde el punto de vista racial, identitario y político es un concepto que no me resulta para nada ajeno. Fue un visionario. Todo lo que escribió puede extrapolarse perfectamente al momento actual, su denuncia de los totalitarismos, del clasismo, de esa visión colonial que aún hoy prevalece, con Europa a la cabeza y su visión paternalista del resto del mundo… George Orwell fue un aliado. Al menos yo lo siento así.
¿Definiría su película como cine militante?
Mi compromiso como cineasta sigue siendo un compromiso político. Eso no quiere decir que mis películas sean propagandísticas. Mi intención no es hacer reportajes o documentales de urgencia, sino un cine que perdure, que dentro de treinta o cuarenta años pueda seguir viéndose y disfrutándose por sus valores cinematográficos. Yo pertenezco a la generación que vino después de la de aquellos directores que apostaron por un cine abiertamente militante y eso me hizo constatar la ineficacia de este tipo de propuestas tanto en el plano artístico como en el ideológico. Era un cine destinado a convencer a espectadores que ya estaban convencidos de antemano. Frente a eso, mi pretensión es llegar a una cantidad amplia de espectadores, sin necesidad de tomarlos por idiotas.
Ese paralelismo que acomete en su película entre los viejos y los nuevos fascismos, me hizo acordarme de una frase de Marx, sobre el que usted mismo rodó una película, en el que éste afirmaba: “La historia siempre se repite dos veces; la primera como tragedia, la segunda como farsa”.
Es difícil decir si estos nuevos totalitarismos emergente son la versión bufa de aquellos que emergieron durante el primer tercio del siglo XX. Yo creo que el COVID puso de manifiesto hasta qué punto vivimos interconectados y que los privilegios de unos vinieron dados por el sacrificio de otros. Porque es cierto que la mayoría de la gente se encerró en casa, pero también es verdad que muchas personas que tienen trabajos más precarios o que habitan países más pobres, no tuvieron esa opción. No sé. Sinceramente creo que vivimos un momento donde resulta difícil mantener la esperanza. Vivimos en un mundo donde las diferencias de clase son mayores, donde hay mecanismos de destrucción más potentes que los que había hace unos años: un mundo donde, por norma general, somos más complacientes, más vagos y más ignorantes.
¿Hemos perdido conciencia colectiva, tal y como denunciaba Orwell?
Totalmente. El capitalismo ha convertido a los ciudadanos en simples consumidores. Lo máximo a lo que muchos aspiran es a formar parte de la clase media, otra entelequia generada por el capitalismo porque ¿qué es la clase media? Marx cuando formuló su teoría de la lucha de clases no hablaba en ningún momento de clase media. Es un invento de la burguesía europea. Europa está empeñada en que el resto del mundo la sigue viendo como un referente, cuando en realidad no es así.
Jaime Iglesias Gamboa