Indagar en el pasado del Festival es tirar de un hilo invisible que conecta espacios del presente con sus precedentes más remotos. A pocas horas de que comiencen, un año más, las actividades de Industria, en las que profesionales de todo el mundo se dan cita en los espacios habilitados para el networking, resulta sorprendente encontrar en el archivo del Festival una fotografía que data del año 1978 y que revela la organización del Mercado del Film.
Sin embargo, habría que remontarse hasta el año 1958 para situar las primeras jornadas profesionales de la historia del certamen. Tal y como se recoge en el diario oficial del Festival, la sección Comercial dejaba entrever desde su planteamiento un claro interés por parte de sus organizadores para destacar la ciudad de San Sebastián como lugar privilegiado para celebrar el Festival y presentar películas españolas a la industria global.
A partir del año 1966, de acuerdo con las normas trazadas por la Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos (FIAPF), se amplía la iniciativa y se habilitan las ya desaparecidas salas de cine del Astoria y del Rex-Avenida para acoger, en el marco del Mercado, visionados de carácter profesional. La propuesta siguió evolucionando y contó con una infraestructura propia en los bajos del Ayuntamiento, como muestra la fotografía que acompaña a este texto. Y aunque la actividad sufrió un parón cuando, de 1980 a 1985, el Festival perdió la categoría de festival competitivo no especializado acreditado por la FIAPF, renació en la primera etapa de Diego Galán como director del certamen bajo el evocador título Desayuno con diamantes. El objetivo, según su coordinadora Charo Ema, pretendía ser “un vehículo de conexión y servir de intermediario entre vendedores y compradores” para películas españolas como Matador (1986) de Pedro Almodóvar, La casa de Bernarda Alba (1987) de Mario Camus o Esquilache (1989) de Josefina Molina, entre muchos otros títulos.
Con la llegada de los años noventa, la dirección del Festival cambia de gestión y la sección toma un rumbo nuevo. Pasa a llamarse “AzokaÁrea Comercial” y se traslada a los locales de la Caja de Ahorros Municipal en la calle Arrasate. En paralelo, se acogen en San Sebastián otros proyectos estratégicos e industriales como el mastodóntico mercado destinado a la promoción del cine europeo independiente, Euro AIM, que se celebra en el Palacio Miramar y que recibió, por aquel entonces, una subvención de un millón de Ecus (equivalente a unos 130 millones de pesetas) y que cosechó un éxito comparable, en palabras del director del certamen en aquel momento, Rudi Barnet, a los resultados del MIPCOM de Cannes.
En la segunda mitad de la década de los noventa se constituye el “Sales Office”, con sede en el Hotel María Cristina, dejando de considerarse una sección más del Festival por primera vez en su historia. Esta oficina de ventas puede considerarse la antesala de lo que hoy entendemos como el área del Festival dedicado a la industria, con un alcance más amplio y que, además, llevaría a cabo otras actividades destinadas a profesionales del sector como encuentros de filmotecas o presentaciones de fondos cinematográficos.
En el nuevo milenio, la directora y guionista Alicia Luna asumió la dirección de dicho espacio que, en el año 2010, volvería a transformarse bajo el nombre The Industry Club, en el Kursaal, sede actual del área de Industria. El cambio se justificaba, en palabras de Saioa Riba, responsable del departamento hasta hoy, así: “Pretendemos reflejar mejor la función de este espacio.” En este sentido, cuando José Luis Rebordinos asumió la dirección, el Festival pretendía posicionarse como un lugar de referencia para las cinematografías europea y latinoamericana y en 2012, con dicho objetivo, se fundó el Foro de Coproducción Europa-América Latina, cita ineludible para los profesionales de la producción, que en su historia ha apoyado más de un centenar de proyectos seleccionados posteriormente en Berlín, Cannes, Locarno, Venecia o el propio Zinemaldia.
Transitar por la historia de las actividades profesionales del Festival de San Sebastián permite comprobar que su vertiente industrial no es un simple añadido a su programación, sino que se trata de una maquinaria bien engrasada y la prueba de cómo el certamen se ha adaptado al diálogo con la industria y la cinematografía global.
Jose Arias Delgado