Nayra Ilic presenta en San Sebastián su segundo largometraje, Cuerpo celeste, tras su paso por el Foro de Coproducción del Zinemaldia en 2021 y obtener, en 2024, el Premio Egeda Platino Industria al Mejor WIP Latam.
Cuerpo celeste nos sitúa en el Chile de 1990, en un verano marcado por la promesa del fin de la dictadura y el inicio de un nuevo país. Celeste, una adolescente de quince años, pasa las vacaciones junto a su familia en una playa a orillas del desierto de Atacama. Un evento inesperado fractura su adolescencia y sume a su madre en una crisis. Meses después, regresan a ese mismo lugar, pero ya nada es igual. “La película nace de algo muy íntimo. De mi necesidad de contar cómo fue vivir esa transición entre la niñez y la adolescencia en un país que también vivía su propia transición hacia la democracia”. Aunque la directora no tenía la edad de su protagonista en aquella época, sí observó de cerca cómo crecían su hermana y sus amigas en un contexto lleno de silencios, miedos y verdades a medias. “era un contexto muy oscuro”, recuerda.
La película toma una experiencia personal como guía. “El duelo, si no lo atraviesas, te detiene. Y siento que, como país, el duelo de nuestra dictadura todavía no lo vivimos del todo”, reflexiona la directora. Su cine convierte en un acto de memoria, una forma de mirar de frente al pasado para poder continuar: “Narrar también es cicatrizar”.
Pero la historia no solo transcurre en un plano político o social. También es una película profundamente femenina, que explora las complejidades de una madre y su hija en crisis, los cambios del cuerpo o los silencios entre generaciones: “Me parecía importante que esta historia fuera contada desde la perspectiva de una adolescente, pero también desde la de su madre. Esa dualidad es clave”, explica Ilic.
Una de las grandes revelaciones del film es Helen Mguralskiz, la joven actriz que interpreta a Celeste. Su proceso de selección fue largo y minucioso: se hicieron casting a más de 400 actrices. “Cuando apareció Helen, lo supimos de inmediato. Pero tenía sólo trece años, era muy joven aún. Tuvimos que esperar a que creciera”, cuenta Ilic. El retraso en la producción jugó a su favor: un año más tarde, pudimos presentar el guion a sus padres y a ella, que aseguró haber nacido para este personaje.
Rodada en pleno desierto de Atacama, la localización no fue un mero telón de fondo. “No había agua, no había sombra, no había baños. Tuvimos que montar un campamento para poder filmar el campamento”, cuenta entre risas. Pero no había opción de filmar en otro lugar. “Yo sabía que era ahí. No era reemplazable con ningún otro lugar del mundo”. El compromiso del equipo fue total: “Lo que se ve en la película es el candor de un equipo humano que se entregó por completo. Lo hicieron por el cine”.
Su participación en Horizontes Latinos, sección que homenajea el mejor cine de América Latina, tiene para Ilic una importancia enorme: “Nos ayuda a decirle a nuestros compatriotas que nuestro cine sí importa, que lo que contamos tiene valor, que nuestra memoria tiene que ser contada”. Para ella, Chile es un país con una potencia cinematográfica que no siempre se reconoce dentro de sus propias fronteras. “Exportamos cobre, exportamos vino… pero el cine es lo que más menciones positivas genera en prensa al año. Es una exportación no tradicional, pero vital”.
María Aranda Olivares