Cuando Luis Juárez llegó por primera vez al laboratorio cinematográfico de la Cineteca Nacional de México, no podía imaginar que aquel primer contacto con la preservación de la memoria fílmica marcaría el inicio de un viaje que, años después, lo llevaría hasta el País Vasco para restaurar una innovadora película experimental de los años sesenta. Juárez, que aspiraba a trabajar en el cine, tuvo que superar numerosos retos por provenir de los márgenes suburbanos de la Ciudad de México. “Sabía lo que quería”, recuerda, “pero me parecía imposible poder trabajar en cine. Estudiar restauración me abrió las puertas a mi sueño”.
Esas puertas le llevaron a San Sebastián, donde se matriculó en la Elías Querejeta Zine Eskola (EQZE). La EQZE se ha ganado la reputación de ser uno de los principales centros cinematográficos europeos, ya que integra tanto la producción cinematográfica como el estudio de archivos y las prácticas curatoriales.
En este vibrante contexto, la película En el balcón vacío, de 1961, resurgió en el trabajo de Juárez. Creada por exiliados españoles residentes en México, la película fue dirigida por Jomí García Ascot y coescrita con su esposa, María Luisa Elío (originaria de Pamplona), y Emilio García Riera, todos ellos figuras centrales en la historiografía del cine y la literatura en México. La obra evoca la infancia de Elío y aborda el trauma de los republicanos desplazados. Juárez había visto la película hacía años en México. Sin embargo, volver a verla en San Sebastián, a solo sesenta kilómetros del lugar donde comienza la historia de García Ascot, le aportó una nueva mirada sobre la historia que rodea a la película.
“En el balcón vacío pertenece a ambos lugares: nace en México y tiene sus raíces en España, y encarna el dolor del exilio que los conecta. Emprender su restauración me pareció casi inevitable”, explicó Juárez. El proceso de recuperación de la película, que duró dieciocho meses, estableció un diálogo entre México y Euskadi: “Este es un proyecto en el que tierras y personas se unieron a través de un rollo frágil de película”, afirmó.
La restauración de En el balcón vacío fue una tarea conjunta, más que una actividad en solitario. “La restauración puede parecer el trabajo de una sola persona”, dijo Juárez, “pero es un proceso profundamente colaborativo. Cada fotograma recuperado refleja la contribución de muchas manos y muchos ojos”.
Aunque el proceso de restauración comenzó como una propuesta de Juárez a su tutora de EQZE, Inés Toharia, no tardó en convertirse en un esfuerzo colectivo. Toharia desempeñó un papel crucial al facilitar el acceso a archivos e instituciones europeas. Los productores ejecutivos del proyecto, Arrate Velasco y Carlos Muguiro, se encargaron de los retos burocráticos y consiguieron la financiación, la producción, los derechos y la distribución. Cuando la tarea de procesar miles de fotogramas se volvió abrumadora, compañeros y compañeras de clase de México, Costa Rica, Brasil y España se unieron para ayudar.
Desde el punto de vista técnico, la tarea de restauración resultó desalentadora. Los negativos originales se habían perdido y solo quedaban duplicados dispersos de variada calidad. Juárez recordó que en 1962 solo se hicieron dos copias y, citando a García Riera sobre su desigual calidad, añadió con una sonrisa: “La mala y la ‘casi buena’”.
La nueva restauración comenzó con la localización y el análisis de materiales en la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y otros archivos de México (Cineteca Nacional de México), España (Filmoteca Española), Suiza (Cinémathèque suisse) y Francia (Centre National du Cinéma et de l’Image Animée). Finalmente, se encontraron copias subtituladas y duplicadas. Los materiales mejor conservados procedían de la UNAM, completados con fragmentos provenientes de Francia. En octubre de 2024, tras un exhaustivo estudio comparativo, se escaneó el negativo compuesto duplicado de 16 mm de la UNAM.
El posterior trabajo de restauración digital, realizado fotograma a fotograma en la EQZE, requirió meses de dedicación para reparar rasguños, estabilizar fotogramas encogidos, equilibrar densidades y corregir duplicados inestables, al tiempo que se respetaban los empalmes originales. Una cinta magnética de sonido ubicada en Francia alimentó brevemente la esperanza de encontrar la voz en off original de Elío, pero la cinta se desintegró al tocarla. Según Juárez, “a veces, respetar el material significa aceptar su fragilidad”. Finalmente, lo que comenzó como una idea para una tesis de máster se convirtió en una iniciativa de restauración internacional reconocida por archivos y organizaciones cinematográficas de todo el mundo.
El trabajo de la EQZE ofrece una visión más amplia de cómo el cine, arte vivo y palpitante, se enriquece y se engrandece a través de la colaboración. En palabras de Juárez: “Las películas son frágiles, pero también lo es la memoria. Lo que restauramos no es solo la imagen, es la posibilidad de diálogo entre pasado y presente, entre naciones y generaciones. La restauración no consiste en borrar el tiempo, sino en hacerlo legible. Preservar estas historias es parte de nuestra responsabilidad cultural compartida”.
Valerie Pires y Luis Juárez