La rueda de prensa del nuevo film de José Luis Guerin recordó el emocionante reencuentro, hace dos años, de Víctor Erice con el Festival. Ayer, el cineasta barcelonés elogió el talento de Erice. Como a él, no le es fácil levantar nuevos proyectos. Como él, recibe encargos de instituciones culturales. Cómo él, es referente absoluto de toda una generación de cineastas españoles. Uno de ellos, Jonás Trueba, es el responsable de la vuelta de Guerin a las salas de cine. “Se lo debíamos”, dijo el madrileño, hablando en nombre de todos los que han bebido del cine de Guerin. “La productora Los Ilusos me ha salvado”, reconoció Guerin, que además compartió su estupefacción con la capacidad de trabajo de Trueba. Construir un dossier de una obra que se guioniza mientras se rueda no es tarea fácil, pero necesario para levantar la financiación: “Tengo a los productores ideales”. Antes de que Los Ilusos entrara en proyecto, Guerin se había acercado al barrio barcelonés de Vallbona tras un encargo de instalación del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. Con eso no fue suficiente. “Ese barrio me concernía de una manera más profunda”. Parte del trabajo para el MACBA se convirtió en la obertura de Historias del buen valle. Son filmaciones en Super 8 blanco y negro, que Guerin describe como “observaciones”. A partir de ahí, adentrarse en este barrio oculto se vuelve más difícil. Esa impenetrabilidad es física y social: por un lado, los paneles publicitarios en la autopista lo protegen de los ojos que se dirigen hacia la Barcelona urbana, por otro, “es muy difícil verlo si no es penetrando en ciertas miradas de los que viven ahí”. Para tal fin, el equipo de Guerin convocó un casting en la escuela del barrio. Esas conversaciones filmadas también forman parte del metraje. A Guerin le interesa mostrar las costuras del film, que concibe como un acto artesanal: “El film es mutante. Me gusta invitar al espectador a pensar como un cineasta”. El resto de la película son, ni más ni menos, las historias de este buen valle. Empapados de sus habitantes diversos, empezamos a vislumbrar que en Vallbona resuenan todos los problemas y retos contemporáneos. Vallbona aparece como un territorio herido, fracturado por autopistas y vías férreas que lo atraviesan sin piedad. Esa cicatriz física marca también el ritmo de la película: los múltiples planos atravesados por trenes recuerdan, inevitablemente, a Tren de sombras (1997), su título mítico, como si las siluetas espectrales de entonces hubiesen cobrado cuerpo en convoyes interminables. Los habitantes, sin embargo, rebosan tanta vida que hasta el mero hecho de “hablar a las plantas” se alza como uno de los hilos narrativos más tiernos de la película.
La complejidad, otra vez social y geográfica, acaba por construir un palimpsesto coral del barrio. En palabras del director, “la yuxtaposición de imaginarios se traslada a la forma de encuadrar”. Dar una imagen “justa” del barrio le preocupaba: “Solo sé filmar desde el afecto”, confesó Guerin, para quien hacer cine es tender puentes. Lo monstruoso no tiene cabida en su cine: “Busco formas de señalar la monstruosidad, pero no sé filmar a un monstruo”.
Guerin insistió en que no concibe la identidad como algo estático, sino en movimiento, en construcción. Es coherente en como firma la obra. “Lo de ‘un film de’ me suena muy cursi y ‘dirigido por’ es peor, yo no tengo la sensación de dirigir nada”. Work in progress no solo define la posición artesanal de Guerin frente al proceso fílmico, sino la propia condición de Vallbona: un barrio que guarda aún vestigios de casitas autoconstruidas frente a la presión de nuevos bloques, donde conviven campesinos catalanes, migrantes recientes, gitanos portugueses e hijos de los inmigrantes del sur de España. “Lo fascinante es la suma de memorias y también las ausencias de memoria”. Lo que sí es presente e inagotable es la música, una fuente de alegría que nos conecta con la función atávica de la canción en el campo. Historias del buen valle se siembra, se cosecha, se huele, se come y vuelve a la tierra. Work in progress eterno.
Marc Barceló