"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
La lucha canaria, el deporte tradicional por excelencia de las islas Canarias, es la gran protagonista del segundo largometraje del director tinerfeño José Alayón (Arona, 1980), pero también es mucho más: es un universo que conecta, es algo íntimo que hace familia, una pasión que enseña valores, es una metáfora de la importancia de “no caer”. Y, realmente, la lucha consiste en eso: en que uno de los dos luchadores intente derribar al otro.
El terrero es el campo de lucha. Y el terrero es sagrado. En ese círculo de arena se juega mucho más que una victoria: se mide la dignidad, la herencia, la resistencia. En esta ópera prima, la lucha canaria se convierte en el corazón simbólico de una historia íntima, contenida y emocionante, que transcurre en los paisajes polvorientos y marrones de Fuerteventura y que llega ahora al Festival de San Sebastián tras seis años de gestación. “Desde que empezamos con la idea, escribiéndola, montándola, filmándo la… han pasado casi seis años. Estar aquí, presentándola con este gran público, me parece un premio gigantesco”, cuenta el director, que acude al Zinemaldia acompañado por una comitiva de más de cuarenta personas entre equipo, familia y amigos. “Hago cine así, entre familia y amigos, por lo que era imprescindible que todos estuvieran presentes en el estreno”.
Después de Slimane, su debut como director en 2013, Alayón ha pasado más de una década dedicado a la producción ejecutiva y a la dirección de fotografía. Un camino que, según él, ha influido decisivamente en su forma de mirar. “No soy el mismo que hizo Slimane, pero hay elementos que curiosamente siguen ahí: el cuerpo, el paisaje, las atmósferas. Las historias pequeñas pero universales”. La lucha canaria, práctica prehispánica profundamente enraizada en el imaginario de las islas, le sirvió de detonante: “Un día volví a ver una lucha después de muchos años y me enganchó. Entendí que había una metáfora muy potente en eso de no caer”.
La película se sostiene sobre dos personajes que conocemos dentro y fuera del terrero: Mariana, una joven marcada por el fallecimiento de su madre, y Miguel, un luchador veterano, áspero y silencioso, que parece enfrentarse a esta pérdida sin encontrar palabras para nombrarla. Alayón admira el paralelismo entre “las montañas antiguas de Fuerteventura, imponentes, y esos cuerpos grandes de la lucha”. Para encontrar esa autenticidad, el casting fue riguroso: dos años de búsqueda con el claro objetivo de partir de la realidad. “No queríamos actores a los que enseñar a luchar, sino luchadores a los que enseñar a actuar”. La propia Yasmina, que encarna a Mariana, se había visto obligada a dejar la lucha a los quince años por una lesión. “Le preguntamos qué cambiaría de su vida si pudiera, y dijo: volver a luchar. Desde ahí construimos su personaje”.
El público donostiarra podrá adentrarse desde su butaca en el universo de la lucha canaria, y Alayón espera que sientan la emoción de esta práctica: “Espero que, aunque no conozcas la lucha canaria, sientas algo reconocible, algo que te pertenece. Esa es la idea: que te puedas mirar en otros y emocionarte con lo que ves”.
Iratxe Martínez