Nacido en Iraq, su infancia transcurrió durante los años que siguieron a la Primera Guerra del Golfo, una época que ahora rememora en The President’s Cake, su ópera prima con la que ganó la Cámara de Oro en Cannes. La película cuenta la odisea de una niña a la que han asignado, en su clase, que se encargue de elaborar un pastel con el que celebrar el cumpleaños del presidente Saddam Hussein en un momento de desabastecimiento, hambruna y estraperlo.
El guion de esta película lo desarrolló en Sundance’s Lab. ¿Cómo fue madurando el proyecto?
Mi estancia allí fue muy satisfactoria y positiva. De hecho, fue en Sundance donde conocí a los que fueron mis mentores, que después se convertirían en productores ejecutivos de The President’s Cake. Allí encontré un entorno de apoyo, un entorno que te anima a asumir riesgos.
Entiendo que la historia que cuenta en esta película recoge recuerdos de su propia infancia.
Así es. Yo, por suerte nunca tuve el encargo de hacerle una tarta al presidente de mi país, pero a un amigo mío sí que le tocó y, por circunstancias personales no pudo hacerla y tuvo que acarrear con las consecuencias de ello. Siendo adulto me dio por pensar qué hubiera pasado si en vez de él me hubiera tocado a mí, qué habría sido de mi vida. Esas reflexiones me inspiraron ese tono de comedia oscura que tiene la película y ese juego de roles donde los personajes adultos tienen conductas infantiles mientras que los niños asumen responsabilidades de adultos.
¿Fue esa experiencia la que le llevó a narrar esta historia desde una mirada infantil?
En parte sí, pero fue algo que también vino motivado porque en los niños prevalece una inocencia que les hace observar la realidad sin ningún tipo de sesgo o prejuicio. Entonces, al estar narrando una historia ambientada en un momento muy significativo desde el punto de vista histórico y político, no quería que ese elemento adquiriera todo el protagonismo. Por otra parte, quería contar la historia de un personaje vulnerable y cuando has crecido en un contexto bélico, como el que marcó mi infancia, te das cuenta de que los niños y las mujeres son los personajes más vulnerables.
¿Podemos afirmar que The President’s Cake es un film autobiográfico?
No es tan simple. Los hechos siempre son los hechos mientras que una película, al final, es una expresión artística. Evocar mi infancia siempre me ha provocado sentimientos encontrados.
Eso se nota en el trabajo de los actores. ¿Cómo los eligió?
Todos los actores que aparecen en mi película son intérpretes no profesionales. Para mi hacer un casting te exige tener la mente y el corazón abiertos y confiar en lo que te puedes llegar a encontrar. De hecho, la niña que interpreta a Lamia apareció en el último momento. Contra lo que suele decirse, dirigir a niños es algo apasionante. Son muy inteligentes y solo hace falta respetar esa inteligencia y encontrar ese equilibrio entre la emoción y el juego. Por eso, más que hacer ensayos y trabajo de guion, lo que hicimos fue organizar talleres para que entendieran el contexto de aquellos años y provocar reacciones. Un guion es un ente vivo y actuar es una mezcla de instinto y técnica. Por cierto, tengo que decir una cosa…
… ¿respecto a la dirección de actores?
Sí, bueno, respecto a cómo dirigir a los niños. Tengo que confesar que me inspiraron mucho algunas películas españolas en su retrato de los rigores de la dictadura vistos desde una mirada infantil. Estoy pensando en concreto en Ana Torrent y en sus trabajos en pe lículas como El espíritu de la colmena o Cría cuervos. Me resultan subyugantes.
Ahí hay una paradoja que también está en su película: a pesar de hablar de un país y de un momento histórico muy concreto, la historia que cuenta tiene alcance universal.
El público es muy inteligente y percibe cuándo estás siendo auténtico o cuando disfrazas la historia como ocurre a menudo en las producciones de Hollywood. Como dijo una vez Scorsese, cuando una película es personal siempre será universal.
¿Cómo vivió la concesión de la Cámara de Oro en Cannes?
Con mucha emoción, era la primera vez que un film iraquí recibía un reconocimiento internacional de esa magnitud. Pero debo decir que estoy también expectante por ver la reacción de la audiencia de San Sebastián. Al contrario que en otros festivales, aquí el público es protagonista.
Jaime Iglesias Gamboa