Todo parte de un reclamo, de una exigencia. En algún lugar de África un hombre se presenta ante el capataz de una obra financiada por capital occidental para reclamar el cuerpo de su hermano muerto. Las vagas negativas que recibe a su petición esconden el deseo de adulterar la execrable naturaleza de un crimen racista disfrazándolo de accidente laboral. Tal es el punto de partida de Le Cri des Gardes, la última realización de Claire Denis que ayer volvió a la Sección Oficial del Festival tras haber pugnado por la Concha de Oro en 2018 con High Life. La veterana cineasta francesa explicó que, “aunque la exigencia de Alboury (papel interpretado por Isaach de Bankolé) parece una cosa nimia, una petición casi simbólica, en su simplicidad está toda la fuerza de esta historia”.
Una historia que adapta la obra teatral “Combate de negro y de perros”, escrita en 1979 por el dramaturgo Bernard-Marie Koltès, enfant terrible de la escena francesa y presencia importante en la vida de la propia Claire Denis, como reconoció la propia directora: “El deseo de rodar Le Cri des Gardes viene de largo. Se remonta a hace más de treinta años. Gracias a Isaach de Bankolé, con el que rodé mi primera película, Chocolat, conocí a Koltès, que vino a visitarnos durante el rodaje en Camerún. Aquello fue el comienzo de una amistad que me marcó profundamente. Bernard murió poco después y yo me hice la promesa de que algún día haría una película a partir de una obra suya”. Denis reconoce que el montaje original de aquel texto (que vio representado en el teatro) le inspiró incluso la iluminación que debía tener su película: “En la obra de teatro se precisaba de un decorado oscuro. Está la valla como elemento de segregación entre los personajes de Horn y de Alboury, pero también hay una luz blanca, tenue, que marca esa separación”.
Imbuida de un halo de teatralidad que redunda en una puesta en escena minimalista y audaz, Claire Denis tuvo a bien rodar la película en orden cronológico. “Claire siempre logra sorprenderme –confesó el actor Isaach de Bankolé, presente en la rueda de prensa–. Esta es la cuarta vez que ruedo con ella y la primera vez que ha ofrecido a los actores la posibilidad de trabajar de esta manera, algo que para mí ha sido muy ventajoso”. Tom Blyth, encargado de dar vida al ingeniero Cal, ahondó en dicho sentir al afirmar: “Claire no es muy amiga de ensayar mucho, así que pudimos ir desarrollando nuestros personajes conforme se iban descubriendo”. En este sentido, la cineasta quiso apostillar que “tener a un ayudante de dirección capaz de diseñar un plan de rodaje como el que tuvimos y a un director de fotografía entregado a seguirnos en todos nuestros movimientos, facilitó mucho esta tarea”.
La fuerza de una película como Le Cri des Gardes radica no ya en la austeridad de sus imágenes sino en ese estilo interpretativo seco, desabrido y rígido que la directora impuso a sus actores y que confiere al desarrollo de la historia el peso de una violencia sostenida en el tiempo. No se trata de un escenario nuevo en el cine de Claire Denis, autora de un buen puñado de obras centradas en diseccionar la mezquindad intrínseca a la lógica de dominación colonial. De ahí que cuando un periodista le inquirió sobre el carácter alegórico de un personaje como el de Alboury, la cineasta francesa negase la mayor antes de afirmar: “Si concedemos al personaje de Alboury un valor simbólico en lugar de un carácter orgánico estamos vaciándolo de humanidad y eso me parece un error. Es más, hablar de metáfora nos lleva a pensar en la violencia colonial como una cosa propia del pasado, cuando lo cierto es que proyectos de infraestructuras como los que salen en la película están a la orden del día en todo el territorio africano. Así pues, no se puede decir que toda esa violencia sea cosa del pasado”.
Jaime Iglesias Gamboa