Hanxiong Bo (Pekín, 1991) ha dirigido cortometrajes como City of the Dead (2013), Haircut (2018) o Drifting (2019), que se estrenó en la sección Nest del Zinemaldia. Después, se proyectó en Locarno y recibió, entre otros galardones, el premio al mejor cortometraje en el Festival de Cine y Vídeo de Atenas y en el Festival de Reikiavik y el Golden Kojita en el Festival de Nara.
Ha vuelto a San Sebastián tras su paso en 2019. ¿Cómo lo está viviendo?
¡Muy bien! La primera vez vine como estudiante, estaba muy nervioso. Esta vez he tenido más tiempo para disfrutar, incluso conduje desde Barcelona hasta aquí. Me gusta mucho España.
¿Cómo nació el proyecto de No One Knows I Disappeared?
La idea surgió durante la pandemia. Mi familia discutía mucho con y sobre mi abuela y yo temía que un día desapareciera de casa. La película nace de ese miedo y del deseo de recordarnos que debemos cuidar a la familia. También está inspirada en la figura real de su cuidadora: Muchas mujeres dejan sus pueblos para trabajar en grandes ciudades, cuidando a otras familias mientras abandonan la suya. Algunas huyen de la violencia doméstica. Descubrí que existen organizaciones donde se apoyan entre ellas.
La actriz que encarna este personaje fue un hallazgo inesperado.
Encontré a Li Aoyang unos días antes de empezar el rodaje. Vi su foto en redes y me pareció que tenía el mismo rostro que yo ya tenía en mente. La contacté y la convencí para viajar a Pekín y participar.
“Somos invisibles mientras estamos vivos”, dice unos de los personajes marginados que retrata.
En China hay cámaras de vigilancia por todas partes, pero la gente sigue desapareciendo. La invisibilidad no se debe a la tecnología, sino al abandono: cuando quienes deberían preocuparse por ti dejan de hacerlo. No hablo del Estado, sino de la propia familia. Eso es lo más doloroso.
¿Qué tradiciones cinematográficas le influyen más?
De mi país, como muchos de mi generación, admiro a Jia Zhangke y Lou Ye, aunque creo que me inspiro más en cineastas como Andréi Tarkovski, Theo Angelopoulos, Béla Tarr y otros europeos. Me atraen esos ritmos lentos, aunque en mis próximos trabajos quiero romper con ese estilo y ahondar más en mi propia voz.
La fotografía nocturna destaca mucho en el film. ¿Cómo la concibió?
Quería un tránsito del día a la noche. Me gusta usar la oscuridad como un lienzo e iluminar con neones o velas. Con mi director de fotografía pensamos en “pintar” la noche alrededor de la protagonista.
Hace unos años, trabajó en el equipo de Coppola en su proyecto experimental Distant Vision. ¿Qué aprendió de él?
Me impresionó cómo estaba siempre cerca de los actores. En China a menudo los directores están lejos, comunicándose por medio de asistentes. Coppola ponía el monitor junto al set: los actores actuaban para él. Aprendí mucho de esa proximidad y lo he aplicado en mi forma de trabajar.
¿En qué trabaja ahora? ¿Piensa dar el salto al largometraje?
En noviembre ruedo un nuevo corto y el año próximo quiero mover el guion de mi primer largo por laboratorios. Puede que sea ciencia ficción…
¿Ha mostrado ya No One Knows I Disappeared a su familia?
Todavía no. Se sienten un poco avergonzados porque mientras escribía seguían discutiendo y yo les decía: “Estoy escribiendo una película sobre esto”.
Marc Barceló