La pareja de cineastas estrena El último arrebato en Zabaltegi-Tabakalera, su película sobre Iván Zulueta y su obra maldita.
¿Cómo fue el proceso de investigación sobre Iván Zulueta y Arrebato?
Marta Medina: En 2022, Cristina Montenegro, la que fue mejor amiga de Zulueta, rescata una caja con rollos de películas en súper 8, que nadie sabía que existían. Las hemos visto y descubrimos que son un montón de esbozos de lo que sería Arrebato. Son películas en las que Iván se había filmado a sí mismo.
Enrique López: También películas familiares o que había filmado con sus amigos.
MM: A partir de ahí, comenzamos la investigación entorno a ¿qué es Arrebato? Y ¿quién es Iván Zulueta? Porque son una película y un personaje súper misteriosos. Fue un hombre que hizo una película y decidió encerrarse en casa y, prácticamente, no volver a salir. Hay muchos enigmas de por qué, si era un director puntero, no hizo más.
EL: Arrebato tuvo un efecto mágico sobre las nuevas generaciones. En una reciente encuesta en "El País"la sitúan como la película más importante del último medio siglo, por encima de Almodóvar, de Borau. Es un director de dos películas, una de encargo, que, como dice Carlos F. Heredero en nuestra película, filma su ópera prima que es una obra testamentaria.
En vuestra película aparecen figuras como el crítico Carlos Heredero, y Francisco Hoyos, el distribuidor que tenía los derechos de Arrebato. ¿Qué relevancia tienen para construir la historia del cine?
EL: Era por una cuestión emocional. Nosotros como cineastas teníamos que conocer el material. Hoyos fue una de las personas que me puso a trabajar primero y él explica bien que Arrebato es una película que aparece y desaparece, estaba en unas manos, luego en otras. Tiene un carácter maldito y accidentado, por lo que se ha visto muy pocas veces. Necesitábamos ponerle contexto.
MM: Mucha gente no conoce Arrebato. Carlos Heredero conoció directamente a Zulueta, lo entrevistó y fue de los primeros en escribir un libro sobre él. Necesitábamos que alguien con su autoritas y su rigor apareciera.
¿Cómo consiguieron que El último arrebato emulara el estilo de la película de Zulueta?
MM: No podíamos traicionar la esencia de Zulueta haciendo un documental ortodoxo. Fue un reto. Teníamos que buscar un espejo. Hay tres capas: la que nosotros rodamos, la de Arrebato y la de los súper 8. A partir de ahí, rimamos unas cosas con otras. Reflexionamos también sobre el tiempo, queríamos que fuera como una cola de gusano que va de una época a otra. Entonces, de pronto, Eusebio Poncela está subiendo la Gran Vía en el 2024 y luego se mira subiéndola en 1979.
¿Por qué decidieron mostrarse a ustedes en la película? ¿De qué manera fueron “arrebatados” durante la realización?
MM: Hacer una película consume todo: las energías, la cabeza, el pensamiento. La obsesión, ya no solamente cinéfila sobre cómo hacer la película, te saca las entrañas. El final de nuestro proceso fue largo y sinuoso.
EL: Cuando Iván terminó de rodar Arrebato, se quedó vacío. La película lo había consumido. El cine tiene la capacidad de eso. La película cuenta eso. Nuestra falta de pudor (y somos personas pudorosas) tiene que ver con estar arrebatados, en el éxtasis.
MM: Yo conecto con Zulueta cuando se dice que lloraba frente a sus imágenes. El dolor de querer conseguir algo y ver imágenes en las que no lo logras. Hacer cine es un poco sufrimiento.