Tucumán, Argentina, 2014. Una joven llega a un hospital público con un dolor abdominal agudo. No sabe que está embarazada. Horas después, es acusada de haberse provocado un aborto. Pasa más de dos años en prisión preventiva y es condenada a ocho años de cárcel. Una abogada tucumana, Soledad Deza, toma el caso y cambiará la historia del país. La víctima, que decide preservar su identidad, pasará a llamarse Belén. Su historia se hará eco en las plazas de grandes ciudades del mundo.
Esta historia real llega al Zinemaldia de la mano de Dolores Fonzi, que presenta su segundo largometraje en el Festival, tras su ópera prima, Blondi, que compitió en la sección Horizontes Latinos. Protagonizada por la propia Fonzi en el papel de Deza, la película es una forma de memoria activa en un contexto donde los derechos conquistados se ven nuevamente amenazados.
La relación de Fonzi con esta historia no es reciente. En 2016, al ganar el premio Platino a la mejor actriz por Paulina, de Santiago Mitre, mostró un cartel que decía “Libertad para Belén”. En ese momento, Belén llevaba dos años presa. Fonzi se había enterado del caso gracias a Soledad Deza y a las organizaciones que militaban por su liberación. “Todo el mundo se preguntaba quién era Belén”, recordó. Poco después se publicó el libro “Somos Belén”, de Ana Elena Correa. Leticia Cristi, productora del film, adquirió los derechos del libro. Pensaron en Fonzi para interpretar a Deza, pero todavía no había dirección definida. Años más tarde, Cristi y su equipo le propusieron a Fonzi reescribir, actuar y dirigir. La decisión fue inmediata: “Como venía de militar esa causa, y después vino la Ley de la IVE en Argentina, la lucha feminista, me pareció un regalo”, confesó la cineasta.
La directora aclaró que estos casos no se pueden luchar desde la ira “sino desde el entendimiento de que la unión hace la fuerza. Y eso fue lo que logró Soledad Deza. Ella vive la política, el derecho, desde una calma intrigante. Nosotras, las actrices, somos más expresivas, más sensibles, pero ella tenía un objetivo, y lo logró.”
Camila Plaate, actriz tucumana, interpreta a Belén. Para ella, el trabajo fue profundamente movilizador. “Me atravesó como mujer, como tucumana, como madre”. Durante el proceso, realizó trabajo de campo, visitó hospitales públicos, y observó cómo se trata a las mujeres en esas instituciones. La lectura del libro de Correa fue crucial: “Funcionó como una biblia durante el rodaje. Me permitió entender no solo el caso judicial, sino a la persona: sus sueños, sus anhelos, su vida antes, durante y después del encierro. Lo que más trabajamos fue el contraste: la fragilidad de Belén y su fortaleza. Su vulnerabilidad, pero también su dignidad.”
Belén es una obra política que interpela desde un lugar universal. “Más allá del aspecto humano, esta es una película política. Pero no se trata solo de la lucha por el aborto legal. Es una película sobre la injusticia, sobre los aparatos que violan los derechos y no ejercen justicia”, explica Fonzi. “No hace falta ser militante ni feminista para verla. No hace falta ser mujer. Está protagonizada y hecha por mujeres, pero sentimos que va más allá. Soledad Deza podría haber sido un hombre”. El estreno de Belén ocurre además en un contexto crítico para el cine argentino. “Hoy, lamentablemente, filmar en Argentina es casi imposible. De 100 proyectos, solo se puede filmar uno. No hay apoyo del INCAA, está vacío. Todos los recursos estatales para el cine y la cultura están desahuciados”.
María Aranda Olivares