La rueda de prensa de Las corrientes, presentada en Sección Oficial, reunió a buena parte del equipo artístico y de producción del tercer largometraje de Milagros Mumenthaler. Estrenó La idea de un lago (Horizontes Latinos) en 2016 y desde entonces esperábamos volver a su universo. Ha sido un proceso de escritura largo, atravesado por la vida misma. “Cuando algo tarda tanto se nutre de muchos estímulos externos”, nos contó la directora y guionista, “sobre todo si se trata de películas de personaje”. Las corrientes es, efectivamente, el personaje de Lina, interpretado magistralmente por Isabel Aimé González Sola. Una cosa es dejarse empapar de todo lo que pasa en nueve años, y otra rodar: Mumenthaler no trabaja con guiones abiertos. Prefiere llegar a la filmación con todo cerrado y tiene un papel activo en la preproducción de cada elemento, explican sus productoras de Ruda Cine.
Igual de pulida es con el trabajo con los actores. Previamente, ha construido cada personaje escribiendo páginas y páginas de sus respectivas vidas. Luego, con los intérpretes, toca un trabajo minucioso de corregir posturas, como miran, como cogen ese u otro objeto… Todos agradecen haber tenido mucho tiempo para ensayar. González Sola defendió la forma de trabajar de la directora: “En la película hay mucho foco en lo material, las texturas, los colores… Fue lindo también buscar y entrar en los personajes con el cuerpo, no tanto por medio de lo psicológico”. Sin embargo, uno podría definir el film como psicológico. Lina atraviesa justamente una etapa de extrema fragilidad mental, que oculta más de lo que revela. “Tengo la impresión de que hay silencio en ella hasta cuando habla”, confesó la actriz.
El viaje de Lina empieza en Suiza, donde recibe un premio que reconoce sus méritos en el sector de la moda. Tras ese episodio, un estado de disociación se apodera de ella, hasta que vuelve a Argentina para seguir con su rutina junto a su marido e hija. Ahí el abismo se ahonda. El espectador va entendiendo que es el peso del pasado aquello que deja a Lina con la mirada perdida.
Bajo el tono aguamarina de esos ojos inolvidables de González Sola, la película se deja llevar por corrientes que desvían la narración hacia su mundo interior –lo que ella desea o teme, las vidas que imagina…–. Mumenthaler lo recorre con cámara expresiva y con romanticismo, apoyada por una banda sonora orquestal de ensueño. “¿Qué es un acto romántico?” se pregunta un personaje. Para la directora esta demanda cobra sentido hoy en día, bajo un sistema ultracapitalista que cuantifica cuánto desea.
Mumenthaler no ha construido un thriller per se, aunque reconoce el esfuerzo por mantener la tensión que atrapa al espectador. Asimismo, encontró inspiración en uno de los maestros del género, Alfred Hitchcock. Con Gabriel Sandru, el director de fotografía, plasmaron su lenguaje de sucesión en el tamaño de los planos. “Usar ese lenguaje hoy en día nos aportaba una extrañeza que iba muy bien con el personaje de Lina”, contó la directora, aunque el personaje, en el fondo, es misterioso como lo somos todos.
Los productores destacaron el compromiso colectivo que permitió levantar la película en un contexto adverso para el cine argentino, subrayando la confianza con Mumenthaler después de trabajar juntos en tres largometrajes. “El cine personal y arriesgado es cada vez más difícil de financiar, pero seguimos creyendo en él”, afirmaron.
Marc Barceló