Ayer tuvo lugar en el club de prensa del Kursaal la presentación del libro “Lillian Hellman. Ficción, memoria y compromiso”, coeditado por el Festival y Filmoteca Vasca con la colaboración de Filmoteca Española. Dicho volumen acompaña la retrospectiva que el Zinemaldia dedica este año a la genial guionista, escritora y dramaturga norteamericana. Quim Casas, miembro del Comité de Selección y responsable de la edición del libro, contextualizó dicho ciclo aduciendo que este tipo de retrospectivas “intentan, o bien descubrir a ciertos autores olvidados o bien, como en este caso, poner en valor a otros que, sin ser desconocidos, creemos que merecen una revisión”. Casas justificó la elección de Lillian Hellman en el hecho de haber destacado “en el cine, donde fue guionista de éxito; en el teatro, donde se la considera una de las grandes damas de la dramaturgia estadounidense y como autora de libros de memorias”. Durante la presentación, se puso especial énfasis en esta última faceta debido a que, según Casas, “en su obra memorialista parte de acontecimientos reales y a partir de ahí construye una ficción, lo cual fue bastante polémico en su momento. Sin embargo, hoy, con tanto autor entregado a ese género que ha venido en denominarse autoficción, la obra de Hellman adquiere un carácter pionero”.
El libro editado por el Festival está escrito por tres autoras: Hannah McGill, Nuria Vidal y María Adell. Las dos últimas acompañaron a Quim Casas en la presentación. Adell, encargada de glosar la carrera de Hellman como dramaturga, ahondó en la condición de mujer adelantada a su tiempo de ésta manifestando que “su escritura es refractaria, nunca directa, siempre recurría a otros personajes para hablar de ella”. También puso de manifiesto la enorme influencia de Hellman en el teatro estadounidense, siendo fuente de inspiración para otros dramaturgos, como Tennessee Williams quien asumió la redacción de su primera obra, “El zoo de cristal”, después del impacto que le produjo ver “The Little Foxes”. Aunque igual que tuvo admiradores, Hellman también tuvo enemigos (que aumentaron tras la publicación de “Tiempo de canallas”, escrito como ajuste de cuentas contra el Comité de Actividades Antiamericanas) o, simplemente, colegas que siempre la vieron con resquemor como el también dramaturgo Arthur Miller que llegó a decir “es que ella es muy Broadway”, desconfiando de que su ambición por ser una dramaturga de éxito fuera compatible con ese firme compromiso político que demostró a lo largo de su vida: “Ella siempre decía que quería hacer obras serias sobre temas serios pero pensando en un público amplio”, comentó Adell durante la presentación.
Por su parte, Nuria Vidal, encargada de escribir sobre la trayectoria de Hellman como guionista reconoció que “me sorprendió comprobar que ella fue una mujer de cine antes que de teatro. Ella llegó a Hollywood con su primer marido y allí escribió bastantes guiones en una época en la que, en muchas películas, los guionistas no recibían créditos. Posteriormente conoció a Dashiell Hammet y fue él quien la convenció de que se instalasen en Nueva York y comenzase a escribir teatro”. La influencia del autor de “Cosecha roja” sobre la vida y la obra de Hellman fue reconocida por los asistentes a la presentación del libro, aunque, como precisó Nuria Vidal, dicha influencia a veces ha sido exagerada hasta el punto de que, para muchas personas, Hellman ha pasado a la historia como la compañera sentimental de Hammett (lo cual resulta inexacto al haber mantenido ambos una relación abierta). Pero de lo que no cabe duda es que juntos enarbolaron un activismo antifascista de honda raíz humanista que los llevó a destacar entre la intelectualidad estadounidense que apoyó abiertamente la causa republicana durante la guerra civil española: “Abrazaron ese compromiso porque intuyeron las consecuencias de la victoria del fascismo”, comentó Quim Casas. Nuria Vidal, por su parte, dijo que “si algo sacaba de quicio a Lillian Hellman era la indiferencia y eso se ve perfectamente en una película como The Searching Wind”. Finalmente, María Adell puntualizó que “toda su obra está atravesada por temas políticos, por esa especie de optimismo histórico y de didactismo que lo que denota, sobre todo, es una postura moral”.
También se habló sobre el carácter resueltamente transgresor de Hellman y sobre su encaje dentro del movimiento feminista, una categoría a la que siempre rehusó acogerse: “En su faceta como dramaturga ignoró toda norma de género, quizá porque para ocupar su espacio en un mundo de hombres prefirió adoptar actitudes masculinas. Eso no quita para que, durante la segunda ola del movimiento feminista, a finales de los años 70, muchas la adoptasen como un referente”, comentó Adell.
Jaime Iglesias Gamboa