"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
La ópera prima de Harris Dickinson empieza con una escena donde un sintecho se despierta por la predi - cación religiosa de una mujer. De en - trada, parece que la “salvación” o la “redención”, por muy dogmáticas que se presenten, pueden ser los temas de Urchin. Este vocablo inglés sig - nifica “niño travieso”, la esencia de Mike, el adulto sintecho encarnado por Frank Dillane, un actor valiente y desvergonzado (y con un pelo inolvi - dable), como lo describe su director.
Dickinson es, también, actor. Co - nocido por sus papeles icónicos en El triángulo de la tristeza (Ruben Östlund, 2022) o Babygirl (Halina Reijn, 2022), será John Lennon en la tetralogía que Sam Mendes prepa - ra sobre The Beatles. El Dickinson director, sin embargo, es otro. O al menos, anterior. Y admite que aun lidia con el riesgo de que se lean sus films como un continuo de su faceta de actor. “También lo han hecho Xavier Dolan, Cassavetes o Bradley Cooper”, dice.
Dickinson creció entre los clien - tes variopintos de su madre pe - luquera y viendo Donnie Darko y American Beauty antes de tiempo por culpa de sus hermanos mayo - res. Este universo le ha educado la mirada de cineasta que com - parte ahora con el mundo ente - ro después de ganar el FIPRESCI en Un Certain Regard del Festival de Cannes.
Urchin sale de una necesidad personal, de un lugar vulnerable para el director: Los trabajos que Mike tiene en el film (en el hotel y como basurero) son los mismos que Dickinson tuvo de más joven; formó parte del mundo de los tra - bajadores sociales cuando dio el paso frente la impotencia y la de - cepción por la política en el Reino Unido; ha tenido gente a su lado con comportamientos cíclicos… Todo eso le sitúa en una posición y mirada que rehúye cualquier jui - cio. “¿Cómo cuentas la historia sin juzgar a la persona, o sin echarle la culpa a la cárcel, a la adminis - tración…?”. Su interés estaba en poner a prueba nuestra toleran - cia, sentido moral y empatía por alguien que lucha contra sí mis - mo y que incluso es violento con los otros. “No quería, tampoco, ofrecer una solución, porque no la tengo”. En esa línea, Urchin no idealiza al personaje marginado como sí lo hace la propia tradición del cine social británico. Sin duda alguna, Dickinson se siente deu - dor de esa escuela: admira a Mike Leigh, Shane Meadows y Andrea Arnold, incluso lleva un tatuaje con el título –Kes (Ken Loach, 1969)– del referente del realismo social; pero su primer largometraje da un paso más allá. El oscuro viaje, en compañía de drogas, hacia el abismo es representado por se - cuencias de naturaleza y sacrali - dad. “Me gustan los cuentos de hadas, la mitología y el folklore. Pueden ser tan severos como el realismo social”.
No obstante, Urchin muestra un viaje lleno de luz. “La gente que he conocido en esas comunidades, pasando por momentos muy di - fíciles, era exuberante, con gran sentido del humor. En la frontera de lo moral hay mucha comedia”. La esperanza por la salvación anun - ciada desde el inicio del film no se desvanece: Mike encuentra en ca - da acto del film una posibilidad de progreso gracias a los ángeles que encuentra en su camino.
¿Redención o condena? Ni culpa, ni juicio.
Marc Barceló