La sinopsis de Aldığımız Nefes / As We Breathe dice que es “un tierno retrato de la resiliencia ante desastres invisibles, una historia sobre crecer demasiado pronto, aferrarse a la esperanza y negarse a desaparecer”. Pero podríamos resumirlo en que trata de una niña que aprende demasiado pronto que su voz, como la de tantas otras niñas y mujeres, será ignorada. A partir de una escena de su infancia que recuerda con una mezcla de dolor y nitidez, el cineasta turco Şeyhmus Altun construye esta ópera prima contenida, íntima y profundamente elocuente. El film compite en la sección New Directors, aunque ya había pasado por el Festival el año pasado en WIP Europa en 2024, bajo el título Memento Non Mori, y vuelve ahora convertida en una de las propuestas más duras y emotivas de la sección.
A Altun, que también firma el guion, no le interesa levantar la voz. La historia de Esma, una adolescente que carga con demasiadas responsabilidades mientras cuida de sus hermanos pequeños en un entorno rural atravesado por la precariedad y las convenciones patriarcales, se narra sin estridencias ni énfasis, con una puesta en escena precisa y una sensibilidad especial por los gestos mínimos. Ese silencio de Esma, de hecho, lo es todo en esta película. “La historia empezó con el silencio de mi hermana”, cuenta el director. “El día en que mi padre trajo una única mochila escolar y me la dio a mí, ella entendió que no iría al colegio, pero no dijo nada. Y ahí empezó todo”.
El director turco confiesa que al escribir el guion recibió críticas con respecto a esa actitud silenciosa de Esma, le pedían una protagonista más activa, pero para el cineasta era importante representar en la pantalla ese silencio que vio en su hermana. “Para mí, la fuerza de la historia está en lo que Esma no dice. Hay cosas que no pueden decirse, y eso también es una forma de expresión”, aclara Altun. El trabajo de la joven actriz Defne Kayalar destaca por su naturalidad y su capacidad para expresar el mundo interior de Esma sin recurrir a gestos dramáticos, tan solo con una mirada. El resultado es un retrato familiar que duele a través de la pantalla y es algo habitual en Turquía.
Esma observa, escucha, asume. La cámara la sigue desde una cercanía respetuosa y acompaña su frustración y sus intentos por ser vista, escuchada y amada por su padre. Un padre con el que los espectadores del Zinemaldia también empatizarán. “Queríamos que el padre no fuera un villano, sino un hombre normal que intenta hacerlo lo mejor posible dentro de una cultura que no le permite ver ni escuchar a su hija”, explica Altun. Esa elección matiza una historia que podría haber caído en la simplificación, y permite explorar las grietas del vínculo entre ambos personajes con especial profundidad.
Rodada en una zona rural de Turquía, As We Breathe incorpora también un tema tristemente actual: los incendios forestales. Altun cuenta que, apenas un mes antes del estreno en Toronto —donde la película tuvo su premier mundial—, el pueblo donde filmaron fue arrasado por el fuego. El eco de esa amenaza es el hilo conductual de la película, pero no desde un enfoque catastrofista, sino como una metáfora silenciosa de un daño que avanza poco a poco, casi sin hacer ruido, hasta volverse irreversible.
A pesar de las dificultades para levantar el proyecto, Altun apostó por esta historia que desafía las reglas de las óperas primas. “Dicen que en tu primera película no debes trabajar con niños ni animales. Nosotros tuvimos cuatro niños y muchos animales”, bromea. “Es muy difícil hacer cine en Turquía, pero lo seguiremos intentando”, termina. Y, al ver esta película, se entiende por qué vale la pena.
Iratxe Martínez