Óscar Restrepo, es un superviviente. El personaje principal de Un poeta, película del colombiano Simón Mesa Soto, no ha logrado estar a la altura de sus prometedores comienzos en la literatura. Su vida se desmorona poco a poco, aunque siempre con un toque de humor. “Sabía que iba a ser una especie de tragicomedia melancólica, pero fue un ejercicio ir permitiendo que la comedia entrara cada vez más”, explica el director. Después de haber transitado por el drama en películas como Amparo (Horizontes Latinos, 2021), el cineasta se lanza a la comedia con su nuevo largometraje. Aunque, como él mismo lo dice, no fue una decisión radical de entrada, sino un proceso de apertura gradual. Esa necesidad de renovación nació de una crisis creativa personal: “La película surgió de mis frustraciones como cineasta, de ese momento de parón en el que uno se pregunta: ¿qué puedo hacer con mi vida?”.
El protagonista del film también carga con esa sensación de extravío. “Está un poco anclado en sus triunfos del pasado, pero vive un presente bastante catastrófico”, comenta Mesa. La elección de que fuera poeta no fue casual: “Conocí el mundo de la poesía en Medellín y Bogotá. Esos personajes que están en los cafés, en las calles, en los espacios culturales. Y sentía que ese universo era parte de mi destino, de lo que yo había habitado. Para mí la poesía era eso: algo idealizado, pero también algo cotidiano”.
Aunque considera que pudo haber contado esta historia desde el punto de vista de un cineasta, como lo hace, por ejemplo, Kiarostami, uno de sus grandes referentes, prefirió narrar desde otro lugar. “Me encanta Kiarostami, especialmente Close-Up. Pero quise hacerlo más desde la comedia, dejar que la libertad se hiciera con todo: la cámara, la estética, incluso ese concepto de lo feo, lo sin forma”, afirma.
Esa libertad se amplificó con la llegada del actor Weimar Delgado, quien terminó de moldear el personaje y redefinir la película. “Antes de Weimar, el personaje era mucho más parecido al de Close-Up. Pero su mirada cambió incluso mi propia visión. Entró más comedia, pero también más empatía”.
La película también busca tocar ciertos dilemas contemporáneos. “Quería hablar de esa contradicción que todos tenemos. Hay personas que en público levantan los discursos más correctos, pero luego en su casa hacen chistes incorrectos. Y eso me interesaba. A veces ser una buena persona no pasa por lo que uno dice, sino por cómo actúa”, reflexiona. De hecho, el personaje principal está lleno de errores, pero también de nobleza. “Eso me interesaba: mostrar un personaje con fallos, pero humano. La gente ha conectado con eso. Reírse de los errores también es una forma de sanarlos”.
La película empezó a gestarse durante la pandemia, justo cuando terminó Amparo. “Desde 2022 ya tenía una versión del guion. Luego fue todo el proceso de financiación, unos dos o tres años”. El rodaje fue breve, pero intenso. “Para mí, lo más hermoso de hacer cine es rodar y en este hubo mucha magia”.
Cannes no era una posibilidad concreta. “Las inscripciones estaban cerradas. Pero después anunciar primera selección, hay veces que aceptan algunos títulos más. Les escribimos y aceptaron verla y, de repente, nos dijeron que sí. Les gustó”, relata con asombro. Y no solo eso; el film ganó el Premio del Jurado en la sección Un Certain Regard del Festival francés.
Después de Cannes, llegó Donostia. “Es mi segunda vez aquí. Es un Festival hermoso, con una presencia latinoamericana muy fuerte. Esta sección, Horizontes Latinos, muestra lo que se está haciendo en toda la región y es un honor estar aquí”, afirma.
M. A. O.