“Mi viaje con Franz Kafka ha durado muchos años. Empecé a leerle de adolescente, cuando en la Polonia comunista en la que crecí era considerado un escritor burgués degenerado. Sus libros fueron todo un descubrimiento para mí. Yo era muy joven y todavía no tenía el bagaje intelectual que una va adquiriendo con el tiempo, pero tuve la impresión de que le entendía, de que era una especie de hermano”.
Así expresaba ayer la directora polaca Agnieszka Holland su especial vínculo con la figura y la literatura de Franz Kafka, lo cual explica muy bien su interés por realizar este particular biopic sobre el autor checo. La realizadora ya dirigió para la televisión polaca una adaptación de la novela “El proceso” (“sigo considerando esta novela una de las mejores de todos los tiempos”, indicó Holland), pero con Franz el desafío ha sido mucho mayor, ya que se ha querido alejar del biopic canónico, rastreando la figura de Kafka desde distintos puntos de vista y con un marcado interés por proyectar su figura sobre los tiempos presentes. Para ello se ha permitido licencias narrativas como hacer saltar al propio personaje a espacios contemporáneos, o entrelazar la dramatización de episodios de la vida de Kafka con la recreación satírica de visitas turísticas actuales al museo de Kafka.
El resultado es una película intencionadamente fragmentada y no lineal, que cambia permanentemente de punto de vista y formas. “Sabíamos que plantearnos una narración no lineal era una apuesta difícil y no teníamos claro al principio si las piezas iban a encajar bien. Por eso buena parte de la decisión final se adoptó en la sala de montaje. Allí comprobamos que funcionaba, y allí surgieron muchas nuevas ideas, apuntes musicales, etc. Durante el rodaje hubo mucha libertad, inventábamos cosas sobre la marcha. En todo momento buscábamos la esencia de cada escena, y cada escena era trabajada formalmente de manera particular. Era como si cada día empezáramos una nueva película. Todo el equipo fue muy creativo”, explicó Holland.
Esta multiplicidad de puntos de vista y su proyección sobre el presente le parecía muy necesario a la cineasta polaca. “Fue un escritor totalmente revolucionario en lo que escribía y en la forma de hacerlo. Por eso mismo, lo que era, ya sea como persona o como escritor, también lo vamos viendo de distintas maneras a lo largo del tiempo, lo vamos actualizando a distintos niveles. Y en los tiempos actuales también podemos encontrar una nueva perspectiva”. Y añadía: “No mucha gente joven lee hoy a Kafka, pero su personalidad, su sensibilidad, su manera de ser diferente, resultan muy atractivas para la generación joven. Ofrecimos visionados previos a grupos de gente joven que no tenían conocimiento de él y la conexión fue inmediata”.
Por su parte, el actor Idan Weiss, quien se pone en la piel del escritor, reconoció su trabajo inmersivo en el personaje: “Estuve medio año preparándome antes del rodaje. Utilicé cosas de mi pasado, como una depresión que sufrí, me encerré en mi piso durante dos meses para tener un sentimiento de encierro y oscuridad, obviamente me leí todos sus relatos y cartas... Fue un desafío crear ese silencio interno de Kafka”.
Y al final, en el aire quedaron las últimas preguntas que dejó Holland sobre Kafka: “¿Cómo reaccionaría el propio Kafka si despertara ahora y viera en lo que se ha convertido? ¿Se reiría? ¿Le gustaría o, más bien, lo odiaría y se lamentaría de que no se cumpliera su deseo de que se quemaran sus textos? No lo sabemos”.
Gonzalo Garcia Chasco