Las dos adaptaciones a la gran pantalla de la obra de teatro de Lillian Hellman “The Children’s Hour” encarnan, cada una a su manera, las limitaciones de la representación de la homosexualidad femenina en el cine clásico y posclásico de Hollywood. Esos tres (1936) se rueda justo en los inicios de la aplicación del código Hays, lo que obliga a eliminar toda referencia al lesbianismo, tarea de la que se encarga la propia autora. El rodaje de La calumnia (1961) tiene lugar cuando este sistema de control moral impuesto por la propia industria ya se encuentra en declive, lo que permite restaurar la alusión a la homosexualidad. En este caso, la adaptación corre a cargo de John Michael Hayes, colaborador habitual de Alfred Hitchcock, quien se mantiene más fiel a la obra original de Hellman. En La calumnia, Martha (Shirley MacLaine) asume, a través de la mentira que lanza una de sus estudiantes, Mary (Karen Balkin), la verdad sobre su orientación sexual: que, en realidad, sí que está enamorada de su amiga Karen (Audrey Hepburn).
Si Esos tres ilustra la represión del lesbianismo mediante su invisibilización, La calumnia nos habla de su estigmatización. Hellman subraya el tabú que significa la posible relación sexoafectiva entre las dos protagonistas, convirtiéndola en un asunto literalmente impronunciable dentro de la historia. Hasta el punto de que Mary no se ve capaz de decirlo en voz alta y lo susurra al oído de su abuela. Las palabras homosexualidad o lesbianismo no se llegan a mencionar en todo el film. Además, la aceptación por parte de Marta de su orientación sexual desemboca en una tragedia, de manera que el lesbianismo se acaba asimilando a una especie de maldición que conduce a la muerte o una culpa que merece el peor de los castigos.
A partir de The Celluloid Closet (Rob Epstein y Jeffrey Friedman, 1996) y del auge de los estudios queer, La calumnia se asocia sobre todo a esta estigmatización. Pero resultaría muy injusto reducir la película a un ejemplo “negativo” de la representación sáfica en el cine. The Children’s Hour conecta con otras obras de Lillian Hellman que presentan escenarios y personajes similares, más allá de la cuestión sexual. La loba cuenta con una protagonista, Regina Hubbard, que ejerce la manipulación hasta límites destructivos, como aquí la pequeña Mary. En este sentido, hay que reconocerle a la autora habernos legado dos de las malvadas más temibles y carismáticas del cine clásico. Asimismo, tanto en esa obra con Bette Davis como en Dead End o Cariño amargo, aparecen personajes femeninos amargados o reprimidos por un contexto patriarcal. En esta segunda adaptación, William Wyler subraya además la condición de pieza de cámara de la historia, y la aúna con esa querencia tan propia de un cierto cine estadounidense de los años sesenta por los dramas asfixiantes con personajes que en algún momento desencadenan sus sentimientos y deseos reprimidos de forma paroxística. Y, a pesar de ese desenlace tan duro, La calumnia no deja de dibujar la posibilidad de que dos mujeres lleven un estilo de vida alternativo al de la familia patriarcal o la pareja heterosexual. Basta recordar la escena en que Martha rebosa felicidad mientras seca la vajilla junto a Karen, y recuerda en voz alta la primera vez que la vio en la universidad y pensó: “Qué guapa es esta chica”.
Eulàlia Iglesias